Recuperamos la entrevista que Mahmud Darwix concedió a El País con motivo de su asistencia al festival Cosmopoética en 2006. Se publicó el 22/04/06.
Pregunta. ¿Es inevitable que surja el problema palestino si se habla con usted de literatura?
Darwix. Estoy preocupado por esta cuestión. A pesar de que me siento palestino, veo que cuando se habla con un poeta americano no se le pregunta por la política norteamericana. Pero comprendo que el problema en mi tierra es tan largo, tan enquistado y tan doloroso que cualquier palestino quiere hacer algo por poco que sea. Pero me niego a que el único tema existente en la poesía palestina sea el conflicto. Es cierto que todo poeta tiene unas circunstancias históricas concretas pero, si es un buen poeta, tiene que abstraerse para ir de lo concreto a lo universal.
P. ¿Está cansado de que se le considere el poeta nacional palestino?
Darwix. No estoy cansado de eso, estoy cansado de que los lectores de mi poesía crean que saben lo que voy a escribir antes de que lo haya escrito. Pero yo siempre intento sorprenderles. Estoy en contra de la poesía política o de resistencia inmediata. Mi última colección de poemas, por ejemplo, trata de las flores de los almendros. Estoy cansado de algunos intelectuales que quieren encasillarme como un poeta político directo. Curiosamente, me acusan de dos cosas: unos de no ser lo suficientemente nacionalista y otros de ser demasiado político y nacionalista. Pero el lector busca otra cosa. Cuando recito en Palestina siento que lo que quiere la gente es que les lea poesía de amor. Los palestinos están vivos y quieren lo que el resto de la humanidad: amor.
P. En su poesía hay referencias constantes a la Tora, a los Evangelios, al Corán... ¿Es un afán integrador?
Darwix. Yo me siento hijo de todas estas culturas. Yo soy hijo de la tierra palestina y todas las culturas del mundo hunden sus raíces allí. La identidad cultural de Palestina es múltiple, plural. Cuando introduzco en mi poesía elementos relativos a la Tora o a los Evangelios, éstos no son religiosos sino literarios. Mi relación con todos estos libros es literaria. Es importante comprender que todas las religiones se han ido sucediendo unas a otras no para suplantarse sino para complementar un mensaje. Esto es algo que deben aprender los fundamentalistas de todas estas religiones.
P. ¿Árabes y judíos viven de espaldas en lo cultural?
Darwix. El enfrentamiento entre israelíes y árabes ha dejado de lado la investigación sobre las relaciones culturales. Lo más peligroso de esta lucha es que la están convirtiendo en un combate religioso.
P. Usted ha dicho que “el mundo se mueve en el poema, pero el poema no cambia el mundo”. ¿Qué puede hacer un poema?
Darwix. El arte tiene algo mágico porque no pretende tener una función clara. Hay bastantes escuelas de pensamiento que creen que la poesía puede cambiar el mundo. Esto es un sueño, todo poeta sueña que con su poema puede cambiar el mundo. Pero lo que tiene que ser indispensablemente es bello. El poema lo que puede hacer es cambiar nuestra forma de ver el mundo. Cambiar nuestra forma de relacionarnos con el mundo porque nos lleva al principio del verbo. Pero la poesía no es como un espejo. Yo escribí una vez que el poema sólo cambia a quien lo escribe. En la poesía también hay una parte de búsqueda personal. Volviendo a Palestina, el poeta palestino siente que tiene que reconstruir un espacio y un tiempo que se han roto pero no tiene otros útiles que no sean las palabras. Con ellas intenta reconstruir una patria o hace de las palabras una patria. Porque la patria última de un poeta son las palabras.
P. ¿Cree que el ritmo es el mayor tesoro de la poesía árabe?
Darwix. Creo que el ritmo es lo más importante para cualquier poeta. La musicalidad es el momento que distingue la prosa del verso. Yo no soy un poeta a la manera clásica que defienda los versos y los pies métricos tradicionales, pero considero que el ritmo poético es un elemento indispensable. Es cierto que la literatura árabe es muy rica en metros, pero sorprendentemente la mayoría de los poetas árabes actuales escriben en verso libre. Yo soy uno de los pocos y últimos que escribo con un pie métrico. Lo que hago es buscar en los metros tradicionales pero creando nuevas musicalidades. Escribir poesía sin conocer el ritmo es igual que escribir música sin saber solfeo.
28/6/09
21/6/09
Checkpoint Rock. Canciones desde Palestina, por Fermín Muguruza y Javier Corcuera
Ayer, el Círculo de Bellas Artes de Madrid ofreció un pase de preestreno del documental de Fermín Muguruza y Javier Corcuera Checkpoint Rock. Canciones desde Palestina. La película arranca con imágenes del entierro de Mahmud Darwix. La presencia de la poesía de Darwix va punteando el documental, que denuncia la Ocupación y muestra las dificultades que tienen los músicos palestinos para realizar su trabajo y llevar una vida digna de tal nombre. Raperos y rockeros palestinos cantan sobre su vida perra. Éste es el tráiler de la película.
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17/6/09
Ella/Él
ELLA: ¿Has conocido el amor?
ÉL: Cuando llega el invierno, siento que algo
ausente me arrebata, le doy un
nombre, cualquier nombre, y olvido...
ELLA: ¿Qué olvidas? ¡Dímelo!
ÉL: El temblor de la fiebre y el delirio
bajo las sábanas, sollozando: ¡Arrópame,
arrópame!
ELLA: No es de amor de lo que hablas.
ÉL: No es de amor de lo que hablo.
ELLA: ¿Has sentido deseos de vivir
la muerte en brazos de una mujer?
ÉL: Cuando se cumplía la ausencia, yo me hacía presente...
la distancia se quebraba, la muerte abrazaba a la vida
y la vida a la muerte... como dos amantes.
ELLA: ¿Y después?
ÉL: ¿Después?
ELLA: Fuisteis uno, tú no distinguías tus manos
de las suyas, y os evaporasteis como una nube azul,
sin saber si erais dos cuerpos... o dos fantasmas o...
ÉL: ¿Quién era la hembra, metáfora de la tierra?
¿Quién el macho-cielo?
ELLA: Así empezaban las canciones de amor. Entonces ¡sí
has conocido el amor!
ÉL: Cuando se cumplía la presencia
y se domesticaba lo desconocido...
yo me ausentaba.
ELLA: Es invierno. Tal vez
yo me haya convertido en tu pasado preferido
en invierno.
ÉL: Tal vez... Hasta la vista entonces.
ELLA: Tal vez... ¡Hasta la vista!
De Como la flor del almendro o allende (Ka-zahr al-lauz au abd, Beirut, Riad El-Rayyes, 2005)
Traducción de Luz Gómez García
ÉL: Cuando llega el invierno, siento que algo
ausente me arrebata, le doy un
nombre, cualquier nombre, y olvido...
ELLA: ¿Qué olvidas? ¡Dímelo!
ÉL: El temblor de la fiebre y el delirio
bajo las sábanas, sollozando: ¡Arrópame,
arrópame!
ELLA: No es de amor de lo que hablas.
ÉL: No es de amor de lo que hablo.
ELLA: ¿Has sentido deseos de vivir
la muerte en brazos de una mujer?
ÉL: Cuando se cumplía la ausencia, yo me hacía presente...
la distancia se quebraba, la muerte abrazaba a la vida
y la vida a la muerte... como dos amantes.
ELLA: ¿Y después?
ÉL: ¿Después?
ELLA: Fuisteis uno, tú no distinguías tus manos
de las suyas, y os evaporasteis como una nube azul,
sin saber si erais dos cuerpos... o dos fantasmas o...
ÉL: ¿Quién era la hembra, metáfora de la tierra?
¿Quién el macho-cielo?
ELLA: Así empezaban las canciones de amor. Entonces ¡sí
has conocido el amor!
ÉL: Cuando se cumplía la presencia
y se domesticaba lo desconocido...
yo me ausentaba.
ELLA: Es invierno. Tal vez
yo me haya convertido en tu pasado preferido
en invierno.
ÉL: Tal vez... Hasta la vista entonces.
ELLA: Tal vez... ¡Hasta la vista!
De Como la flor del almendro o allende (Ka-zahr al-lauz au abd, Beirut, Riad El-Rayyes, 2005)
Traducción de Luz Gómez García
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10/6/09
Exterminadores del amor y la revolución, por Alia Mamduh
Los cuerpos de la mujer y el hombre crujían en la cama. No habían hablado de la ocupación militar ni del destino, y, básicamente, ni se habían preocupado por delimitar cuál de los dos atinaba más, ni cuál había analizado la situación con más detenimiento.
Los dos yacían como si hubieran dejado de ser ellos, y eso que en ningún momento la tristeza les había abandonado.
El hombre deseaba cierta tregua, y la mujer no tenía armas concretas.
Detenerse equivaldría a que la vejez irrumpiera en el espacio y en el tiempo.
A lo largo de los años no habían pensado en las consecuencias, pero las vacunas que se habían ido poniendo tenían fecha de caducidad.
El amor, la separación, los muchos amantes, revoloteaban sobre sus cabezas.
Bien, ¿y qué, si el mundo ignoraba sus sufrimientos?
Pero el zumbido de los aviones sembraba de explosiones el lugar.
Ahí estaban todos, buscando nuevas excusas con los exterminadores cada vez más cerca.
¿Podrían continuar amándose?
Cuando pasó el primer avión, la mujer dijo:
—Trece muertos.
Cuando pasó el segundo avión, el hombre dijo:
—Ya son más de sesenta.
Avergonzados de dedicarse a contar el número de muertos, tras el tercer avión ella sentenció:
—Hay que reconocer que el aire se ha vuelto irrespirable.
Tener remordimientos no garantiza la victoria, y menos si el porcentaje de suicidios entre los líderes es cero.
La mujer, levantándose de la cama, le rogó:
—Lavémonos.
—Te acompañaré al río.
Y cuando llegaron al río, su curso había cambiado, y se lavaron con sus propias lágrimas.
Beirut, 1972
Traducción de Luz Gómez García
En VVAA: Iraquíes, traducción de VVAA, Málaga, Miguel Gómez Ediciones, 2003, pp. 129-130.
Los dos yacían como si hubieran dejado de ser ellos, y eso que en ningún momento la tristeza les había abandonado.
El hombre deseaba cierta tregua, y la mujer no tenía armas concretas.
Detenerse equivaldría a que la vejez irrumpiera en el espacio y en el tiempo.
A lo largo de los años no habían pensado en las consecuencias, pero las vacunas que se habían ido poniendo tenían fecha de caducidad.
El amor, la separación, los muchos amantes, revoloteaban sobre sus cabezas.
Bien, ¿y qué, si el mundo ignoraba sus sufrimientos?
Pero el zumbido de los aviones sembraba de explosiones el lugar.
Ahí estaban todos, buscando nuevas excusas con los exterminadores cada vez más cerca.
¿Podrían continuar amándose?
Cuando pasó el primer avión, la mujer dijo:
—Trece muertos.
Cuando pasó el segundo avión, el hombre dijo:
—Ya son más de sesenta.
Avergonzados de dedicarse a contar el número de muertos, tras el tercer avión ella sentenció:
—Hay que reconocer que el aire se ha vuelto irrespirable.
Tener remordimientos no garantiza la victoria, y menos si el porcentaje de suicidios entre los líderes es cero.
La mujer, levantándose de la cama, le rogó:
—Lavémonos.
—Te acompañaré al río.
Y cuando llegaron al río, su curso había cambiado, y se lavaron con sus propias lágrimas.
Beirut, 1972
Traducción de Luz Gómez García
En VVAA: Iraquíes, traducción de VVAA, Málaga, Miguel Gómez Ediciones, 2003, pp. 129-130.
4/6/09
Pasaporte, por Khalife/Darwix
La poesía más antigua de Darwix también tiene sus amantes, un tanto nostálgicos por lo general, o muy militantes y menos aficionados a la poesía. A él no le gustaba mucho, sólo poemas contados. Yo, en general, concuerdo, concordaba, con él. Cuando seleccioné su obra para hacer el tomo Poesía escogida (1966-2005), le di la lista de poemas elegidos y le dije: “Quita y pon lo que quieras”. No añadió ningún poema, pero quiso quitar “Rita y el fusil”. Yo le dije que era un poema poco conocido en España, que a un oído español no le resultaba tan empalagoso como a uno árabe, saturado de haberlo escuchado en la adaptación musical de Marcel Khalife, y que sin “Rita” no había antología, pues yo descubrí su poesía por ese poema. Accedió, levantando ligeramente las manos. A última hora, le expresé mis dudas acerca de “Shirján toma un café en la cantina”, célebre poema, inicialmente incluido. Lo descartó encantado. Su poesía antigua le pesaba.
El poema que sigue, “Pasaporte”, se halla en esa tesitura. Yo lo tenía traducido, pero nunca pensé en incluirlo en la antología. Es de 1970, año en que Darwix marchó definitivamente al exilio. Marcel Khalife lo musicó en su disco Promises of the Storm (1976).
PASAPORTE
No me han reconocido
en las sombras que difuminan
mi color en el pasaporte.
Mi desgarrón estaba expuesto
al turista amante de postales.
No me han reconocido…
Ah, no prives de sol
a la palma de mi mano,
pues el árbol me conoce…
Me conocen las canciones de la lluvia,
no dejes que empalidezca
como la luna.
Todos los pájaros que ha perseguido
la palma de mi mano
a la entrada del lejano aeropuerto,
todos los campos de trigo
todas las cárceles
todas las tumbas blancas
todas las fronteras
todos los pañuelos agitados
todos los ojos
estaban conmigo,
pero ellos los borraron
de mi pasaporte.
¿Despojado de nombre, de pertenencia,
en una tierra que ha crecido
con mis propias manos?
Hoy Job ha llenado el cielo con su grito:
¡No me volváis a tomar por ejemplo!
Señores, señores profetas,
no preguntéis su nombre a los árboles,
no preguntéis por su madre a los valles:
en mi frente despunta la espada de la luz,
y de mi mano brota el agua del río.
Todos los corazones del hombre…
son mi nacionalidad:
¡retiradme
el pasaporte!
Traducción de Luz Gómez García
El poema que sigue, “Pasaporte”, se halla en esa tesitura. Yo lo tenía traducido, pero nunca pensé en incluirlo en la antología. Es de 1970, año en que Darwix marchó definitivamente al exilio. Marcel Khalife lo musicó en su disco Promises of the Storm (1976).
PASAPORTE
No me han reconocido
en las sombras que difuminan
mi color en el pasaporte.
Mi desgarrón estaba expuesto
al turista amante de postales.
No me han reconocido…
Ah, no prives de sol
a la palma de mi mano,
pues el árbol me conoce…
Me conocen las canciones de la lluvia,
no dejes que empalidezca
como la luna.
Todos los pájaros que ha perseguido
la palma de mi mano
a la entrada del lejano aeropuerto,
todos los campos de trigo
todas las cárceles
todas las tumbas blancas
todas las fronteras
todos los pañuelos agitados
todos los ojos
estaban conmigo,
pero ellos los borraron
de mi pasaporte.
¿Despojado de nombre, de pertenencia,
en una tierra que ha crecido
con mis propias manos?
Hoy Job ha llenado el cielo con su grito:
¡No me volváis a tomar por ejemplo!
Señores, señores profetas,
no preguntéis su nombre a los árboles,
no preguntéis por su madre a los valles:
en mi frente despunta la espada de la luz,
y de mi mano brota el agua del río.
Todos los corazones del hombre…
son mi nacionalidad:
¡retiradme
el pasaporte!
Traducción de Luz Gómez García
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