1/12/09

El Tristón

Nunca te he preguntado, y eso que te he visto crecer, qué hacía que perdieras el conocimiento cada vez que te hacías una herida. ¿Era por llamar la atención o para que el dolor se acostumbrara al olor de la cebolla?

Te llamaron “el Tristón’’ y tú apodaste “Tristón’’ al gorrión. Los dos erais igual de inquietos, pero él, al contrario que tú, era precavido. Te gustaba su gran habilidad para escabullirse de los cazadores, y eso que su único nido era la astucia. Te gustaba su color, que se confundía entre el trigo y la luz, la agilidad con que, de un solo aleteo, echaba a volar alto o bajo, y cómo andaba camuflado entre la gente, tan tranquilo, como un soplón que se ha escurrido de quien le iba a echar el guante.

Te llamaban “el Tristón’’ porque igual llorabas de alegría que de pena —nadie puede explicar que la caña por el viento se transforme en flauta. ¿Qué dice la flauta? ¿Lleva en su llevar el desvarío del viento? ¿O traduce la alegría de los pastores porque ha nacido otro cordero, o su miedo a la manada de lobos que acecha al rebaño? La flauta te va transportando cada vez más lejos, y lloras como quien presiente la tragedia. En el horizonte no hay nubarrones negros /

Entonces, ¿por qué lloras si la muerte queda lejos? / El corral de tu casa queda alto / Alta la azotea / Alto el sauce / ¿Por qué lloras si brilla nítida la Vía Láctea / y la noche te alumbra de la punta del pelo a los pies? / Obedeces a la flauta y bailas y bailas / Ningún lobo aúlla en la noche a una luna amarilla como el limón / Ningún fantasma se asoma entre los troncos de los olivos para asesinar a tu padre / ¿Por qué lloras? / ¿Es por el miedo a ser feliz?, te pregunté / Aunque entiendo que el aire de la noche en un monte agujereado por la flauta rezume lágrimas que llamamos rocío / Mañana te convertirás en flauta mágica / dije / Pero no me oías / Aún no era lo bastante grande tu herida / No me hagas ser eco que te busca en este valle / No me oías /

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

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