24/12/09

Mahmud Darwix en el Muro (Belén)

Litografía realizada por Ernest Pignon Ernest a partir de un proyecto iconográfico concebido por Elias Sanbar.
Fotografía de Juan Miguel Muñoz.

20/12/09

Quien escribe una cosa la posee

Las letras blancas sobre el encerado negro tienen la solemnidad de un amanecer en el campo. E igual que se vertía poco a poco el agua en los jarros, ibas absorbiendo la escritura de las vocales y su pronunciación, torturando la garganta para someterla al signo, supeditando la laringe al ojo.

Cada vez que una letra se unía a otra, un no sentido a otro no sentido, la misteriosa forma se trasmutaba en una voz nítida, y el lento clarear abría el cauce a un significado y su imagen, de manera que unas pocas letras se convertían en ‘puerta’ o ‘casa’. Así construyen unas letras insignificantes, sin valor alguno por separado, una casa si se unen.

¡Oh la lengua! ¡Qué magia! El mundo iba naciendo de las palabras. La escuela se convertía en el sitio para jugar con la imaginación... Trotabas a la escuela encantado, como si te hubieran prometido un regalo sorpresa, ibas no sólo a aprender la lección, sino, sobre todo, a afianzarte en el poder de dar nombre a las cosas. Todo lo lejano se acercaba. Y todo lo cerrado se abría. Si no te equivocabas al escribir la palabra ‘río’, el río corría por tu cuaderno. Hasta el cielo se convertía en parte de tus posesiones si no te confundías en el dictado.

Todo lo que estaba al alcance de tus pequeñas manos era suyo si lo ponías por escrito sin cometer faltas. Quien escribe una cosa la posee. Aspirarás el olor de la rosa (وردة) en la ta marbuta (ة) que se abre como un capullo. Y saborearás una mora (توت) de dos maneras: en la ta unida (تـــ) y en la ta aislada (ت) con forma de palma de la mano.

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

7/12/09

La grandeza de Yasir Arafat, por Gilles Deleuze

Gilles Deleuze escribió este texto en 1983, un año después de la salida de la OLP de Beirut y de la matanza de Sabra y Chatila. Su análisis clarividente de la encrucijada en que se hallaba entonces la OLP y la denuncia de la continuidad del proyecto sionista de colonización de Palestina continúan siendo hoy, más de veinticinco años después, igual de actuales. Hoy, como entonces, la alternativa al exterminio del pueblo palestino reside en una Autoridad Nacional fuerte y cohesionada que haga frente a la sistemática política israelí de sabotear cualquier posibilidad de solución del conflicto.

La causa palestina es ante todo el conjunto de las injusticias que este pueblo ha padecido y sigue padeciendo. Estas injusticias son los actos de violencia pero también las sinrazones, los falsos razonamientos, las falsas garantías con que se les pretende compensar y justificar. Arafat no ha usado más que una palabra para hablar de las promesas incumplidas, de los compromisos violados, tras las masacres de Sabra y Chatila: shame, shame.

Se dice que no es un genocidio. Sin embargo, es una historia que, desde el principio, tiene mucho de Oradour.* El terrorismo sionista no se dirigía únicamente contra los ingleses, sino contra los pueblos árabes que tenían que desaparecer; el Irgún fue muy activo en este sentido (Deir Yassine).** En todos los casos se trata de hacer como si el pueblo palestino no solamente no debiera existir, sino que no hubiera existido nunca.

Los conquistadores eran quienes habían padecido ellos mismos el mayor genocidio de la historia. Los sionistas hicieron de este genocidio un mal absoluto. Pero transformar el mayor genocidio de la historia en mal absoluto es una visión religiosa y mística, no una visión histórica. Esta visión no detiene el mal; al contrario, lo propaga, lo hace recaer sobre otros inocentes, exige una reparación que hace sufrir a otros una parte de lo que los judíos han sufrido (expulsión, asilamiento en el gueto, desaparición como pueblo). Con medios más “fríos” que los del genocidio, se trata de llegar al mismo resultado.

Los EE.UU. y Europa les debían a los judíos una reparación. Y esta reparación se la hicieron pagar a un pueblo del cual lo menos que puede decirse es que no tenía nada que ver con ella, que era singularmente inocente de todo holocausto y que ni siquiera había oído hablar de él. El sionismo, y después el Estado de Israel, exigieron a los palestinos reconocimiento jurídico. Pero él mismo, el Estado de Israel, no ha dejado de negar el hecho mismo de la existencia del pueblo palestino. Nunca se habla de palestinos, sino de árabes de Palestina, como si hubiesen estado allí por casualidad o por error. Luego se hará como si los palestinos expulsados viniesen de otro lugar, nunca se mencionará la primera guerra de resistencia que llevaron a cabo completamente solos. Se hará de ellos los descendientes de Hitler, puesto que no reconocen a Israel su derecho. Pero Israel se reserva el derecho de negar su existencia de hecho. Aquí comienza una ficción que cada vez se extenderá más, y que pesará sobre todos los defensores de la causa palestina. Esta ficción, que es una apuesta de Israel, consistía en hacer pasar por antisemitas a cuantos pusieran objeciones a los hechos y a las acciones del Estado sionista. La fuente de esta operación fue la fría política de Israel con respecto a los palestinos.

Desde el comienzo, Israel no ha ocultado su propósito: vaciar el territorio palestino. Aún más: hacer como si el territorio palestino estuviera vacío, destinado desde siempre a los sionistas. Se trataba de una colonización, pero no en el sentido europeo del siglo XIX: no se quería explotar a los nativos, se les quería expulsar. Quienes se resistieran a ello no se convertirían en una mano de obra dependiente del territorio, sino en una mano de obra volante y desarraigada, como si se tratase de inmigrantes reunidos en un gueto. Desde el principio se trató de ocupar las tierras como si estuviesen desiertas o pudiesen vaciarse. Es un genocidio, pero el exterminio físico está subordinado en este caso a la evacuación geográfica: al no ser más que árabes en general, los palestinos supervivientes deben fundirse con el resto de los árabes. El exterminio físico, aunque se confíe a mercenarios, no deja de estar presente. Pero se alega que no es un genocidio, ya que no se trata de la “solución final”: en efecto, es un medio entre otros. La complicidad de los EE.UU. con Israel no procede únicamente del poder de un lobby sionista. Elias Sanbar ha mostrado perfectamente que los EE.UU. han encontrado en Israel un aspecto de su historia: el exterminio de los indios que, también en este caso, sólo en parte fue directamente físico. Se trataba de vaciar, de hacer como si nunca hubiese habido indios más que en guetos, lo que hacía de ellos otros inmigrantes interiores más. En muchos aspectos, los palestinos son los nuevos indios, los indios de Israel. El análisis marxista indica estos dos movimientos complementarios del capitalismo: imponerse constantemente límites en cuyo interior despliega y explota su propio sistema; desplazar cada vez más lejos estos límites, rebasarlos para volver a emprender a mayor escala o con mayor intensidad su propia fundación. Desplazar los límites: ésta fue la acción del capitalismo americano, del sueño americano, que ha sido recuperado por Israel y por el sueño del Gran Israel en territorio árabe y a costa de los árabes.

¿Cómo ha podido el pueblo palestino resistir, cómo resiste aún? ¿Cómo ha pasado de ser una sociedad de linajes a convertirse en una nación armada? ¿Cómo se ha dado a sí mismo un organismo que no simplemente le representa sino que lo encarna, aún sin territorio y sin Estado? Hacía falta un personaje histórico que, desde el punto de vista occidental, se diría salido de Shakespeare, y ése fue Arafat. No es la primera vez en la historia (los franceses pueden pensar en la Francia libre, con la diferencia de que al principio contaba con menos base popular). Y lo que tampoco ha ocurrido por primera vez en la historia es que en cada ocasión en que ha sido posible una solución o un elemento para la solución los israelíes la han destruido deliberada y sistemáticamente. Apelaban a su posición religiosa para negar, no ya el derecho, sino incluso el hecho palestino. Se desentendían de su propio terrorismo tratando a los palestinos como terroristas llegados del exterior. Y, precisamente porque los palestinos no eran tal cosa, sino un pueblo específico, tan diferente del resto de los árabes como pueden serlo entre sí los pueblos de Europa, no podían esperar de los propios Estados árabes más que una ayuda ambigua, que a veces se convertía en hostilidad y exterminio, cuando el modelo palestino se volvía peligroso para ellos. Los palestinos han recorrido todos los círculos infernales de la historia: el abandono de las soluciones cada vez que eran posibles, las peores inversiones de las alianzas en las que habían puesto su confianza, el incumplimiento de las promesas más solemnes... Y su resistencia ha tenido que alimentarse de todo ello.

Puede que uno de los objetivos de las masacres de Sabra y Chatila haya sido el de desprestigiar a Arafat. No había dado su consentimiento a la partida de los combatientes, cuya fuerza seguía intacta, más que a cambio de que la seguridad de sus familias quedase absolutamente garantizada por los EE.UU. e incluso por Israel. Después de las masacres, no quedaba más palabra que “shame”. Si la crisis de la OLP que se va a producir tuviera como resultado a plazo medio, ya fuera la integración en un Estado árabe, ya la disolución en el integrismo musulmán, entonces podría decirse que el pueblo palestino ha desaparecido efectivamente. Pero ello ocurriría con tales condiciones que el mundo, los EE.UU. y hasta Israel no dejarían de lamentar las ocasiones perdidas, incluyendo las que aún son posibles en este momento. A la fórmula orgullosa de Israel (“Nosotros no somos un pueblo como los demás”) ha respondido siempre el grito palestino, invocado en el primer número de la Revue d’études palestiniennes: somos un pueblo como los demás, no queremos ser otra cosa...

Al emprender la guerra terrorista del Líbano, Israel ha intentado suprimir a la OLP y privar al pueblo palestino de su soporte, tras haberle privado de su tierra. Y puede que lo haya conseguido, porque en la Trípoli sitiada sólo quedaba la presencia física de Arafat entre los suyos, todos sumidos en una especie de grandeza solitaria. Pero el pueblo palestino no perderá su identidad más que provocando en su lugar un doble terrorismo, de Estado y de religión, que se beneficiará de su desaparición y que hará imposible todo acuerdo de paz con Israel. De la guerra del Líbano Israel no saldrá sólo moralmente desunido y económicamente desorganizado, sino que se enfrentará a la imagen invertida de su propia intolerancia. Una solución política, un compromiso pacífico sólo es posible con una OLP independiente, que no haya desaparecido en uno de los Estados existentes y que no se disuelva en los distintos movimientos islámicos. La desaparición de la OLP sólo sería una victoria de las fuerzas ciegas de la guerra, indiferentes a la supervivencia del pueblo palestino.

* Oradour es una pequeña localidad francesa en la cual, durante la ocupación alemana, el cuarto regimiento de granaderos del Führer, que invadió por sorpresa el pueblo, masacró a la práctica totalidad de la población indefensa: casi doscientos varones, más de doscientos niños y unas doscientas cuarenta mujeres.
** Brazo armado del movimiento extremista fundado por Vladimir Jabotinsky (también fundador del Likud). El Irgún, dirigido luego por Menahem Beguin, desarrollaba acciones tanto contra el movimiento nacional árabe palestino como contra la administración británica. En concreto, es responsable de la matanza de un pueblo palestino de los arrabales de Jerusalén (Deir Yassine) en 1948 y del atentado contra el hotel King David, que entonces era la sede del Mandato Británico en Jerusalén.

Revue d’études palestiniennes, nº 10, invierno de 1984 (el texto está fechado en septiembre de 1983).

Texto recogido en: Gilles Deleuze, Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995), traducción de José Luis Pardo, Valencia, Pre-Textos, 2007.

1/12/09

El Tristón

Nunca te he preguntado, y eso que te he visto crecer, qué hacía que perdieras el conocimiento cada vez que te hacías una herida. ¿Era por llamar la atención o para que el dolor se acostumbrara al olor de la cebolla?

Te llamaron “el Tristón’’ y tú apodaste “Tristón’’ al gorrión. Los dos erais igual de inquietos, pero él, al contrario que tú, era precavido. Te gustaba su gran habilidad para escabullirse de los cazadores, y eso que su único nido era la astucia. Te gustaba su color, que se confundía entre el trigo y la luz, la agilidad con que, de un solo aleteo, echaba a volar alto o bajo, y cómo andaba camuflado entre la gente, tan tranquilo, como un soplón que se ha escurrido de quien le iba a echar el guante.

Te llamaban “el Tristón’’ porque igual llorabas de alegría que de pena —nadie puede explicar que la caña por el viento se transforme en flauta. ¿Qué dice la flauta? ¿Lleva en su llevar el desvarío del viento? ¿O traduce la alegría de los pastores porque ha nacido otro cordero, o su miedo a la manada de lobos que acecha al rebaño? La flauta te va transportando cada vez más lejos, y lloras como quien presiente la tragedia. En el horizonte no hay nubarrones negros /

Entonces, ¿por qué lloras si la muerte queda lejos? / El corral de tu casa queda alto / Alta la azotea / Alto el sauce / ¿Por qué lloras si brilla nítida la Vía Láctea / y la noche te alumbra de la punta del pelo a los pies? / Obedeces a la flauta y bailas y bailas / Ningún lobo aúlla en la noche a una luna amarilla como el limón / Ningún fantasma se asoma entre los troncos de los olivos para asesinar a tu padre / ¿Por qué lloras? / ¿Es por el miedo a ser feliz?, te pregunté / Aunque entiendo que el aire de la noche en un monte agujereado por la flauta rezume lágrimas que llamamos rocío / Mañana te convertirás en flauta mágica / dije / Pero no me oías / Aún no era lo bastante grande tu herida / No me hagas ser eco que te busca en este valle / No me oías /

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

17/11/09

The Astounding Eyes of Rita, por Anouar Brahem

Acaba de aparecer el disco The Astounding Eyes of Rita (ECM), del músico de jazz y laudista tunecino Anouar Brahem (n. 1957). Es un álbum dedicado a la memoria de Mahmud Darwix, con temas como el epónimo y “Al Birwa”, en el que se rememora la aldea galilea en que nació Darwix en 1941, arrasada por las fuerzas de ocupación judías en junio de 1948 y reemplazada por un kibutz.

Para escuchar algo, pínchese aquí. Mahmud Darwish

11/11/09

Cinco años sin Arafat, por Luz Gómez García

Hoy se cumplen cinco años de la muerte de Yasir Arafat. Las causas siguen envueltas en la bruma. Los tres últimos años los pasó Arafat en la Muqata, sitiado por las tropas israelíes. Los que convivieron con él sostienen, cada vez con más énfasis, que fue envenenado (Bassam Abu Sharif, Arafat and the dream of Palestine, Palgrave Macmillan, 2009).

Su legado no ofrece tantas dudas. El mayor triunfo de Arafat fue lingüístico. Como dijo de él el poeta Mahmud Darwix, restituyó un gentilicio al mundo: “palestino”, que se había intentado borrar en beneficio del mito sionista de la tierra vacía, según el cual la tierra “bíblica” aguardaba deshabitada a judíos nacionales de decenas de países. Pero aquello no era la tierra bíblica. Y lo que se creó en ella no fue un reino bíblico, sino un Estado étnico-confesional de ingeniería poscolonial. Tan confesional, una vez salvados los subterfugios, como muchos de sus Estados vecinos.

En vida de Arafat, los enemigos de Palestina juzgaban que la raíz del mal era Arafat. Luego, les pareció mejor su versión ridícula, Abbas. Últimamente el mal ha sido Hamás. Si un logro le ha cabido a la lucha palestina desde 1948 es que Israel no haya podido fabricarse un enemigo-pelele a su gusto. Arafat no quiso serlo. A Abbas, que ha estado más dispuesto, la presión de la calle se lo ha impedido. Israel, que hizo la vista gorda cuando se creó Hamás en 1987, se hizo ilusiones de que esta organización lo sería, pero el tiro le salió por la culata: los islamistas han llenado el espacio que ha dejado el descuartizamiento del movimiento nacional palestino, democrático y secular. Éste, congregado en la OLP, ha visto cómo embarrancaba su proyecto de paz, formulado, tras no pocas disputas internas, en términos de dos Estados soberanos: Israel y Palestina.

La legitimidad de la Autoridad Nacional Palestina se halla hoy en su punto más bajo. En los años finales de Arafat, tras la explosión de la Segunda Intifada en 2000, las encuestas daban un empate entre Fatah y Hamás, pero el 50%, la mayoría, no prefería a ninguno. Este ten con ten se esfumó a la muerte de Arafat. Fatah no supo mantener la llama. Desvanecida el aura, los palestinos optaron por una solución radical y novedosa, y votaron en masa a Hamás. Desde entonces, se ha venido consumando el mayor miedo del movimiento nacional palestino: la desunión y el enfrentamiento civil, que el liderazgo de Arafat había conjurado desde finales de los ochenta.

La invasión israelí de Gaza en diciembre pasado dejó a Abbas desnudo. Sus componendas para culpabilizar a Hamás encolerizaron a los palestinos. El colmo ha sido la reciente pasividad y dilación de la delegación de la OLP ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que ha estudiado, a partir del llamado Informe Goldstone, los crímenes cometidos en la guerra de Gaza. La presión de toda la palestinidad, tanto la del interior como la del exilio (el 7 de octubre pasado, las asociaciones palestinas de España enviaron al presidente Abbas un duro comunicado en este sentido), acabó obligando a la delegación a cantar la palinodia, y el día 16 se aprobó una resolución que llama al Consejo de Seguridad a llevar el caso ante el Tribunal de La Haya si las partes (Israel y Hamás) no aclaran las imputaciones.

Como era de suponer, Estados Unidos votó en contra, y Rusia a favor, y los países europeos divididos. Ha sido la tónica general de este lustro, que ha facilitado que Israel incumpla sistemáticamente todo acuerdo u hoja de ruta, y que siga desmembrando Palestina. Los colonos en Cisjordania han aumentado un 18% desde 2004. Los 790 kilómetros del muro segregador declarado ilegal por el Tribunal de La Haya están prácticamente concluidos. Los checkpoints y las barreras a la movilidad impiden cualquier viso de normalidad en la vida de la población, y Jerusalén se halla ya aislada por completo de su entorno palestino. La retirada israelí de Gaza en agosto de 2005 y la declaración de la Franja como “entidad hostil” en septiembre de 2007, han permitido a Israel desentenderse impunemente de sus obligaciones jurídicas internacionales como potencia ocupante y castigar colectivamente a toda la población mediante el bloqueo. Gaza ha tenido el triste honor de inaugurar un nuevo limbo jurídico internacional, que en términos cotidianos significa depauperación económica, física y moral.

La desastrosa gestión de la cuestión de Gaza por parte de Abbas le ha conducido a un callejón sin salida. Su visión del proceso de paz, que choca con el verdadero 48, el palestino, el de la Nakba, ha fracasado. Frente al toma y daca de territorios, seguridad, autogobierno y desarrollo económico que ha caracterizado las rondas de conversaciones antes y después de la muerte de Arafat, en los últimos meses ha recobrado protagonismo el derecho al retorno de los refugiados. La intelligentsia israelí ha dado la voz de alarma (en este mismo diario la daba hace pocas semanas Shlomo Ben Ami), porque la cuestión de los refugiados plantea la paz en sus exactos términos: la justicia como solución y la superioridad moral de la víctima sobre el verdugo.

El País, 11/11/09 Mahmud Darwish

7/11/09

El exilio, la casa. Reseña de “Como la flor del almendro o allende”, por Ángel L. Prieto de Paula

La obra del palestino Mahmud Darwix (1941-2008) se ha difundido en España gracias, en buena medida, a la arabista Luz Gómez García, quien en 2008, y coincidiendo con la muerte del autor, publicó su Poesía escogida (1966- 2005). Sólo un año después, la misma traductora presenta Como la flor del almendro o allende, que muchos leerán como si fuera el testamento de este poeta nacional y, sin embargo, de todos: un poeta en verdad grande que concilia lo personal y lo colectivo, la lucha política y la indagación filosófica, el respeto a su tradición (las fuentes métricas de la poesía árabe) y la apertura experimental a otros modos (la libertad versicular a partir del surrealismo). Sin la mediación de su muerte, este volumen no sería leído como un registro moral de últimas voluntades, o no más que sus anteriores libros, con los que concuerda absolutamente. Hay en él algunas recurrencias típicas de Darwix; así, el discurso sobre el exilio y la idea de una patria inscrita en el equipaje del nómada: al cabo, el exilio es la casa. También una reflexión sobre la identidad, que no es lo recibido en el nacimiento, sino el proceso de construcción de un yo en el que cabe el mundo exterior, pues el poeta pertenece “a la pregunta de la víctima”. Ni fortaleza ni foso, esa identidad es incompatible con el ensimismamiento, lo que estructuralmente se corresponde con una disposición dramática o dialogada de algunos poemas. En los momentos de mayor intensidad, las cavilaciones acerca de la historia acaban convertidas en una interrogación por la capacidad de la palabra, tan precaria y volátil, para decir la cosa (“Para describir la flor del almendro”). Todo el libro es expresión de un sentimiento que circula del interior a lo ajeno antes de volver al origen, a veces en forma de letanía o de salmodia: “Tú que te duermes contando estrellas, piensa en los otros / (hay quien no halla dónde dormir) // Tú que te liberas con las metáforas, piensa en los otros / (los que han perdido su derecho a la palabra) // Tú que piensas en los otros lejanos, piensa en ti”.

El País, 7/11/09 Mahmud Darwish

1/11/09

Escasas son las canciones

Escasas son las canciones /

Las canciones, de ellas nos interesaba escuchar furtivamente las disculpas que pide la muerte por algunos muertos, y observar a hurtadillas el buen vivir de la prosa /

La prosa es vecina del verso y excursión del poeta /

El poeta es quien vive perplejo entre la prosa y el verso /

El verso es lo efímero que oculta su finitud, una digresión entre verbo, sujeto y objeto, como cuando dices: Dejó la mujer, ocultando sus lágrimas, a su pareja. En el sintagma que media entre «la mujer» y «a su pareja» hay tiempo para que se disuelva la sal de la ira, y titilen las estrellas /

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

22/10/09

Mona Hatoum: Measures of Distance

Mona Hatoum (Beirut, 1952; de familia de refugiados de Haifa) es uno de los artistas más determinantes del panorama internacional. En este vídeo, que se halla en la colección del MoMA, se mezclan las voces de una refugiada palestina del 48 que permanece en Beirut durante la guerra civil y su hija que recibe sus cartas en Londres. Darwish

16/10/09

Estreno de Checkpoint Rock. Canciones desde Palestina

El pasado mes de junio informamos del preestreno de la película de Fermín Muguruza y Javier Corcuera Checkpoint Rock. Canciones desde Palestina y anticipamos el tráiler. El documental denuncia la Ocupación y muestra las dificultades que tienen los músicos palestinos para realizar su trabajo y llevar una vida digna de tal nombre. Raperos y rockeros palestinos cantan sobre su vida perra. El hilo conductor del film es la figura de Mahmud Darwix, fallecido en el momento en que se iniciaba el rodaje, y al que los músicos palestinos rinden tributo. Se estrena hoy en cines de Madrid, Barcelona, Gerona, Bilbao, Vitoria, San Sebastián y Pamplona. Mahmud Darwish

14/10/09

Un cielo despejado y un jardín verde

El cielo despejado es un pensamiento sin ideas, como un jardín todo verde. Un poema sin otro fallo que un exceso de claridad. El cielo mendiga una nube, siquiera pasajera, que saque a la imaginación del sopor del azul. El jardín verde mendiga otro color, rojo, amarillo o lila, y chacales, para que el corazón no sepa con qué quedarse. Que todo esté en orden desalienta. El poema precisa del defecto astuto para que creamos al poeta cuando miente y escribe acerca de la perplejidad del ánimo ante un cielo despejado y un jardín verde. Pues qué necesidad hay de poesía si el poeta dice: El cielo está despejado. El jardín es verde.

Mahmud Darwix: La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

9/10/09

Reseña de “Como la flor del almendro o allende”, por Antonio Colinas

(...) La palabra inspirada que posee, o le llega, al poeta como un don la divisamos nada más entreabrir el libro que tenemos entre las manos. Esta experiencia sugerente de abrir un libro y encontrarnos con la poesía, libre de construcciones premeditadas o de artificios engañosos, la vivimos siempre ante Mahmud Darwix (Birwa, Palestina, 1941-Houston, EE.UU, 2008). (...)

En este libro —el último que escribió— sentimos al ser humano en su máxima expresión; no sólo porque la muerte es algo que acecha en los últimos versos, sino porque el final terrible desencadena las preguntas decisivas; unas veces con dramatismo; otras, con ironía o un lirismo tierno que revela, junto a una voz contemporánea, la mejor tradición árabe, y que la traductora salva muy bien.

Antes de sumergirnos en la lectura, encontramos desveladas las claves del libro con un gran poder de síntesis en las ocho partes de que se compone: “Tú”, “Él”, “Yo”, “Ella” y las cuatro secciones de “Exilio”. Las dos primeras nos remiten a la humanidad en general. El poeta habla por los demás, por todos. En la segunda, hay una mayor presencia del entorno y circunstancias del poeta, y ese “Ella” nos remite al amor, de significación vidriosa, pues parece que amor y desamor, plenitud y amargura, ausencias y presencias, contienden en este libro por medio de anécdotas sencillas a las que sin embargo les arranca una gran tensión lírica. Las cuatro secciones de “Exilio” remiten directamente a la situación extremada del desarraigo social, máxime en un país tan distinto al de la tierra del poeta, aún sumergida en crisis y en guerras seculares. (...)

Surge la plenitud última del último amor, a través de la resonancia bíblica (“¡El amor es fuerte como la muerte!”), o de visiones del mundo cercanas a las de Cavafis (“no veremos / acercarse a los bárbaros”) o a un sabio panteísmo que me recuerda el del Pessoa de Caeiro (“El sol se ríe de nuestras bobadas”). El poeta, como debe ser, le ha dado la vuelta a la realidad; ha trascendido la realidad engañosa para ver, más allá de la muerte que acecha, la verdadera. Logra alcanzar así la palabra que salva. A veces, con poemas sobrecogedores (“No conozco a este hombre”, “No duermo para soñar”.) El grito final del libro es duro (“¡Adiós / adiós, poesía del dolor!”), pero sabemos muy bien que, antes, hombre y poeta han cumplido su misión, han dado con la palabra sabia: la que sana, y le salva, y nos salva; sabe muy bien que “lo que no se cante ahora, /esta mañana, / nunca se cantará”.

El Mundo, 9/10/09 Mahmud Darwish

7/10/09

La fuerza de la poesía

Si te preguntan por la fuerza de la poesía, di: La hierba no es tan delicada como parece. No se rompe una vez ha ocultado su sombra nimia en el secreto de la tierra. En la hierba de las piedras reside la metáfora de lo ausente que se revela sin bombo ni platillo. La hierba es una profecía espontánea que no tiene más profeta que su color, antítesis del desierto. La hierba salva al viajero de la fealdad del paisaje y de un ejército que asedia el camino hacia lo posible. La hierba es la poesía que fluye del impulso, el gozo de lo simple, la sencillez del gozo. La lengua que se allega al significado, y el significado que casa con la hospitalidad de la esperanza.

Si te preguntan: ¿Recortas el mar o esculpes la piedra?, di: Nada taja la piedra salvo el cincel del agua. Y si te preguntan por la liza entre la poesía y la muerte, mira la hierba y di sin faltar a la verdad: No hay poesía que a la hora del encuentro derrote a la muerte, sino que la aplaza, la aplaza lo justo para demostrar las bondades del canto en una fiesta que sólo ha de acabar cuando la canción se complete. Entonces el cantante caerá en manos de su cazador, al acecho detrás de la puerta. Quizá nadie se percate de su muerte mientras la canción siga de boca en boca, mientras la canten los trasnochadores. Durante ese aplazamiento, los cantantes nuevos se imaginan que la muerte duerme, hasta que se despiertan entre amapolas que les dan la bienvenida, como la estrofa inicial de una copla cananea, nunca escrita del todo por los pastores de gacelas, ocupados en ahuyentar al lobo y los chacales.

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

1/10/09

Un harapo, por Abu-l-Ala al-Maarri

Al-Maarri (973-1058), uno de los grandes poetas clásicos árabes, era uno de los poetas preferidos de Mahmud Darwix. En un pasaje del extenso poema “Niebla densa en el puente”, del libro Como la flor del almendro o allende (Valencia, Pre-Textos, 2009), Darwix reescribe un fragmento de al-Maarri. Es una buena ocasión para mostrar un poco de este poeta, casi desconocido en español. Damos a continuación ambos textos, centrados en la obsesión por la muerte. Los versos de Darwix dicen:

―Tomaré un verso de al-Maarri
y lo enmendaré:
Mi cuerpo es un sayal de polvo, ¡oh sastre
del universo, cóseme!
Escribiré: Oh creador de la muerte, ¡déjame
un rato... en paz!

El poema de al-Maarri, de una violencia verbal llena de modernidad, dice así:

UN HARAPO

Nuestro vestido, de algodón.
El vuestro, de lana.
Mas mi algodón de dignidad me viste.

Desgarráis el país
de arriba abajo
—todo por el coño y el estómago.

El que me creó me guardaba,
y a salvo me sentía de temores,
pero dije: Ojalá no me hubiera guardado.

Mi cuerpo es un harapo
cosido a la tierra.

¡Oh cóseme,
Tú que coses los mundos!

Traducción de ambos textos de Luz Gómez García Darwish

21/9/09

Sobre la traducción poética

Toda lengua tiene un sistema de signos, una estilística y una estructura gramatical particulares. Dado que en poesía la lengua no es sólo un medio o un instrumento para trasladar significados, y que el significado no precede a la construcción del poema, la traducción se enfrenta a la necesidad de trasladar al sistema de otra lengua lo que en principio no es trasladable. De ahí que el traductor no sea un mero trasladador de palabras, sino autor de su nueva trama de relaciones, que no sea un fotógrafo que saca a la luz significados, sino alguien que da cuenta de las sombras, de lo que sugieren y no de lo que dicen. De este modo, el traductor de poesía se transforma en un poeta paralelo: liberado del sistema de la lengua de partida, hace con su lengua lo que el poeta con la suya.

En este espacio de liberación, se comete una bella e inevitable traición, una traición que protege a la vez a la lengua del traductor del apego al origen y de diluirse por completo en la atmósfera de la otra lengua. Porque la poesía traducida debe conservar tanto lo humano universal, lo común en la distancia, como los indicios de que es una traducción, de que proviene de una experiencia con otras peculiaridades, que se expresa en una estructura lingüística distinta y en un marco de referencias culturales diferentes. Más que el diálogo con lo semejante y lo diverso, o la búsqueda de la riqueza y la diversidad de la experiencia poética, quizá lo que más me incita a leer poesía traducida sea que ayuda a nuestra lengua poética, a cualquier lengua, a renovar su estilística y su fraseo a partir de la experiencia de otra lengua.

Así, el traductor/creador tiene la potestad de construir y destruir. Cuántas veces hemos leído un gran poema en más de una traducción sin que sea exactamente el mismo, y no por los numerosos niveles de lectura, sino porque cada traductor modula su decurso y su respiración. El poema no pertenece sólo al poeta, sino que es también el poema del traductor/poeta exégeta. Y llegados a este punto, poco importa si es mejor o peor que el original.

Mahmud Darwix: Háirat al-aid (La perplejidad del que vuelve), Beirut, Riad El Rayyes, 2007

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

19/9/09

El discreto encanto de la islamofobia, por Luz Gómez García

En la islamofobia, como en toda fobia, resulta difícil determinar el grado de aversión admisible, esto es, aquel en que las actitudes hostiles al islam dejan de ser expresión de la libertad de pensamiento o crítica legítima para convertirse en agresiones contra los musulmanes motivadas por estereotipos negativos: el islam es monolítico, impermeable al tiempo, la geografía o las culturas, inferior y antitético a Occidente, sexista, irracional y violento.

Si bien la fobia al islam ha pautado la historia de Europa (ya decía Covarrubias de Mahoma: “Nunca hubiera nacido en el mundo”), y una islamofobia del buen amo caracterizó la Era del Imperio (Hobsbawm) cuyo imaginario destripó Edward Said, la nueva islamofobia no es el resultado de la actualización del viejo conflicto cosmológico entre el Occidente cristiano y el Oriente islámico, ni manifestación postmoderna de un endémico racismo popular, sino producto propio de la secularización del pensamiento occidental (Geisser).

La islamofobia del siglo XXI es ante todo un fenómeno intelectual de tipo mediático, en el que escritores, sociólogos, profesores, periodistas o políticos reivindican el derecho a liderar un combate universal y mesiánico para erradicar todas las formas de oscurantismo del planeta, a cuya cabeza sitúan el islam. En España, además, halla un refuerzo en el mito de la Reconquista (el aznarista “nosotros ya les echamos hace siglos”), que ha servido para amputar el islam del pasado colectivo y de la identidad nacional. Este estado de cosas se manifiesta en una suerte de prontuario ideológico, por todas partes difundido y a todas horas utilizado, de nuevos ricos recién admitidos en el cogollo de la europeidad, que ajustan cuentas con un pasado no tan lejano de misa, orinal y emigración.

La promoción de una islamofobia tenue, de buen tono, que por supuesto cuenta con no ser detectada y que en ocasiones es inconsciente, ha proliferado en expresiones intelectuales de diverso signo a raíz del 11-S y del 11-M. Según filiaciones y tendencias, cada cual explota unos u otros prejuicios arraigados en el inconsciente colectivo, los aggiorna para uso de la moderna opinión pública y, dado el caso, los allega a instituciones y gestores políticos.

1. Las derechas y las izquierdas. Entre los intelectuales propensos a discurrir sobre el islam, se produce con frecuencia un curioso encuentro de los valores liberales y los principios progresistas. El principal dislate que les une es la amalgama de cultura y religión, que a la postre niega al mundo musulmán la posibilidad de secularización característica de nuestro mundo, de Occidente.

En la intelectualidad de izquierdas, es notorio su humanismo de salón, para el que el islam es un modelo inmutable y conflictivo que atenta contra lo políticamente correcto —el laicismo, la socialdemocracia, los derechos de las minorías, la igualdad entre sexos—. Esta pulsión islamófoba se quiere combatiente del islam retrógrado e integrista en nombre de la libertad y los derechos humanos.

Lo sintomático es que al pronunciarse sobre cuestiones de actualidad sociopolítica converge con el catálogo islamófobo de la derecha: las renuentes posibilidades de democracia en los países de tradición islámica; la confesionalidad de los enfrentamientos civiles en Irak o Líbano; la idiosincrasia chií del totalitarismo iraní; la repulsión ante el uso libre del hiyab en Europa. Por su parte, la izquierda que no cae en ello incurre en discriminación positiva, pero lo hace, por desgracia, de una manera naíf, en lugar de hacerlo programáticamente.

En las cavernas de la islamofobia declarada, la extrema derecha no ha dudado, tras el 11-M, en vincular el islam a una gobernación de la conspiración, en un delirio en el que convergen el fantasma del moro y el del rojo (¿reminiscencias de la conspiración judeomasónica?).

2. Los neonacionalistas. El neonacionalista español (sea de Madrid, Bilbao o Barcelona) asocia su miedo al islam a la aculturación y a la globalización misma, y busca un chivo expiatorio en el inmigrante magrebí, al que juzga un intruso indeseable. Conviven en su psique el peligro interno (el moro doméstico) y el externo (los moros). En su neoespañolismo, ve en el islam un nuevo caballo de Troya para la unidad de España, el surgimiento de otra identidad “periférica” más, la de los musulmanes españoles de segunda generación.

3. Los amigos (torpes) del islam. Hay sectores del mundo de la educación y la comunicación que, ciertamente, no pretenden dar una imagen negativa del islam. Es más, empieza a ser frecuente que sus profesionales lo conozcan de primera mano, y que se lo hagan saber a sus interlocutores. Su trabajo se funda en la lógica del “yo estuve allí, yo hablé con ellos”. Aun así, tienden a sobredimensionar la condición musulmana, dibujando un marco confesional nítido pero estrecho. En cierto modo, parece que instaran a los musulmanes a ser musulmanes de manual, a que, por fuerza, sepan pronunciarse sobre los desmanes de Bin Laden, o que no sea posible que incumplan el Ramadán. Eso cuando no se pinta directamente un islam tranquilo (cool, soft, in) opuesto a un islam terrorista.

4. Los expertos securitarios. Un grupo que los medios de comunicación y las instituciones han promocionado de manera decidida es el de los expertos en seguridad. Suelen ser investigadores universitarios o periodísticos sin estudios islámicos. Su dedicación se centra en la “amenaza islámica”, entendida como terrorismo internacional o como penetración del yihadismo en el cuerpo social. Para ello, reconstruyen un mundo singular, el de la vida de los terroristas yihadistas, ajeno al del resto de los musulmanes, cuyo estilo de vida se ve, directa o indirectamente, subsumido en éste.

5. El musulmán esclarecido. Como rasgo de época que es, la islamofobia nos toma por vehículo. Es el caso de los musulmanes que, sin representatividad comunitaria, triunfan en los medios como interlocutores: su principal objetivo es la búsqueda de visibilidad. Si bien no crean nuevas formas de islamofobia, legitiman algunas de las existentes mediante su opinión autorizada de musulmanes esclarecidos. Su palabra tiende a presentarse como una fetua desacralizada sobre los temas más dispares, desde el islam y el sindicalismo al aniconismo. A ellos se suman, de tanto en tanto, promesas del mundo del arte cuyas “provocaciones” artísticas son recibidas con alborozo como fruto de la libertad que Occidente les ha brindado.

6. Nuestra culpa. La descripción de los comportamientos intelectuales islamófobos admite, ha de reconocerse, matices y pausa. Pero si algo destaca en esta nueva islamofobia son las consecuencias de su gusto por la erudición islámica. La apoyatura en datos y autoridades se instrumentaliza para sustituir lo real por lo deseado. El nuevo islamófobo es alguien capaz de citar el Corán, aunque en realidad no sepa lo que cita. Y, al igual que la negrofilia o el indigenismo fueron denostados en su día por las fuerzas vivas, explicar y denunciar el perverso funcionamiento de la maquinaria islamófoba acarrea hoy la acusación de filoislamismo, o lo que viene a ser igual, de apología del terrorismo, el fundamentalismo y las infames dictaduras que atenazan al mundo islámico. Así, en apariencia, la islamofobia (siempre que no se la llame por su verdadero nombre) constituye un indicio de la “salud” de nuestra libertad de pensamiento y, llegado el caso, de nuestra misma modernidad.

El País, 19/9/09 Mahmud Darwish

13/9/09

Novedad editorial: Como la flor del almendro o allende

La editorial Pre-Textos acaba de publicar el libro de Mahmud Darwix Como la flor del almendro o allende, en traducción nuestra. Es el último libro en verso que escribió Darwix.

En Como la flor del almendro o allende, Darwix incide de nuevo, con mayor fundamento si cabe, en la idea central de su concepción poética: la universalidad de la poesía. Para Darwix la poesía es un viaje entrecruzado de lenguas, lugares y tiempos en busca de una experiencia colectiva una y múltiple, que se guarde de la hegemonía del centro y la subordinación de la periferia y resista a un presente prófugo.

De este libro hemos venido dando aquí los siguientes anticipos:

No ha venido
Ella/Él
Como un pequeño café es el amor
Si avanzas por una calle
Para describir la flor del almendro
Piensa en los otros
No espera a nadie
En un café, con el periódico
Hoy, en el exilio
Contrapunto Mahmud Darwish

8/9/09

Film Socialisme, por Jean-Luc Godard



Poco se sabe de la nueva película de Godard, que se estrena en enero de 2010. Parece que Palestina vuelve a ser uno de uno de los vectores del film, como ya lo fue en Notre musique (2004), que contaba con la aparición de Mahmud Darwix.

En esta ocasión, Elias Sanbar, que ya participó en Ici et ailleurs (1974), la película que Godard dedicó a la lucha palestina, vuelve a ser uno de sus interlocutores. Éste es el tráiler.

2/9/09

La ociosidad es un arte y una habilidad...

La ociosidad es un arte y una habilidad. Vaciar el corazón de todo lo que no sean sus latidos, distinguir entre tiempo e instante. Quien es dueño de los instantes está más libre del miedo al tiempo /

El tiempo es un río tranquilo para quien no le presta atención, y una bestia salvaje para quien se fija en él: su guarida es el infierno /

El infierno es la seducción de las profundidades y la atracción de lo desconocido, si el cielo se transforma en un vasto agujero repleto de nubes /

Las nubes, amigo, te cubren y me cubren de algodones... en este lugar que cambia sus atributos por los dones de las nubes: la ligereza de la forma y la densidad del significado /

El significado, a lo lejos, también hace señas, con una mano celestial con los dedos amputados, con la fuerza de un arado en un campo baldío, sin felicidad /

La felicidad es una sustancia espiritual en cuya definición difieren quienes coinciden en que la suerte es un regalo, y un regalo una suerte, como discrepan en elogiarla quienes la poseen y la guardan en una caja cerrada. Qué es sino sobornar a lo imposible /

Lo imposible es lo posible afanoso, que sale a la calle con las tijeras abiertas para podar las ramas y las ideas secas y enseñarle al soñador a organizar el día según se presenta /

Y se presenta el aleteo de una mariposa, abanico de colores, el mejor tratamiento contra el dolor /

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García

27/8/09

La mano de la estatua

La mano de la estatua, la estatua de un general o de un artista, está extendida... no para dar la bienvenida al sol y la lluvia, o a los soldados de antaño y los admiradores de hoy. La mano de la estatua está extendida como la de un mendigo aristocrático que pidiera una limosna a los transeúntes, no para salir adelante... sino para pagar los gastos de la eternidad. Pero no tiene suerte la mano extendida de granito, no tiene suerte en absoluto, todo lo que consigue es un ramo de rosas que un hombre ha regalado a una mujer... ¡y que ella ha dejado al pie de la estatua!

Mahmud Darwix: La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)

Traducción de Luz Gómez García

23/8/09

¿Qué sucede cuando no sucede nada?, por Slavoj Žižek

El 2 de agosto de 2009, después de acordonar parte del barrio árabe de Sheikh Jarrah en Jerusalén este, la policía israelí expulsó a dos familias palestinas (más de 50 personas) de sus hogares y permitió que unos colonos judíos se mudaran inmediatamente a las casas evacuadas. Aunque la policía mencionó una orden del Tribunal Supremo del país, las familias árabes expulsadas llevaban viviendo allí más de 50 años. El hecho, que llamó la atención de los medios mundiales —cosa excepcional—, forma parte de un proceso mucho más amplio y, en su mayor parte, ignorado.

Cinco meses antes, el 1 de marzo de 2009, se informó de que el Gobierno israelí había elaborado unos planes para construir más de 70.000 nuevas viviendas dentro de asentamientos judíos en Cisjordania; si dichos planes se llevaran a cabo, podrían aumentar el número de colonos en los territorios palestinos en unos 300.000, un paso que no sólo dañaría gravemente las posibilidades de un Estado palestino viable, sino que harían más difícil la vida diaria de los palestinos.

Un portavoz del Gobierno desmintió las informaciones y dijo que los planes tenían una importancia relativa: para construir nuevas viviendas en los asentamientos era necesaria la aprobación del ministro de Defensa y del primer ministro. Sin embargo, ya se han aprobado 15.000 de esos planes, y casi 20.000 de las viviendas previstas se encuentran en asentamientos que están lejos de la línea verde que separa Israel de Cisjordania, es decir, en las zonas que Israel no puede aspirar a conservar en ningún futuro acuerdo de paz con los palestinos.

La conclusión es evidente: al tiempo que, teóricamente, apoya la solución de dos Estados, Israel está creando una situación sobre el terreno que, en su momento, hará que en la práctica sea imposible dicha solución. El sueño en el que se apoya esta estrategia queda patente en el muro que separa una ciudad de colonos de la ciudad palestina cercana en una colina de Cisjordania. El lado israelí del muro tiene pintada la imagen de la campiña al otro lado, pero sin la ciudad palestina, sólo con la naturaleza, la hierba, los árboles... ¿No es el más puro ejemplo de limpieza étnica, imaginar el otro lado de la verja tal como debería ser, vacío, virginal, esperando a ser colonizado?

¿Qué significa todo esto? Para captar la verdadera dimensión de las noticias, a veces basta con leer dos noticias por separado; el significado surge al unirlas, como una chispa que explota en un cortocircuito eléctrico. El mismo día en el que llegaron a los medios las noticias sobre el plan del Gobierno para construir 70.000 nuevas viviendas (2 de marzo), Hillary Clinton criticó el lanzamiento de cohetes desde Gaza y lo calificó de “cínico”, para luego añadir: “No hay duda de que ningún país, incluido Israel, puede permanecer pasivo cuando su territorio y su gente sufren ataques con misiles”.

¿Tendrían que permanecer pasivos los palestinos mientras les quitan las tierras de Cisjordania día a día? Cuando los pacifistas israelíes presentan su conflicto con los palestinos en términos neutrales y “simétricos” y reconocen que en ambas partes hay extremistas que rechazan la paz, deberíamos hacernos una sencilla pregunta: ¿qué sucede en Oriente Próximo cuando no ocurre nada en el plano directamente político-militar, es decir, cuando no hay tensiones, ataques ni negociaciones?

Lo que sucede es la labor, lenta pero constante, de arrebatar la tierra a los palestinos de Cisjordania: el estrangulamiento gradual de la economía palestina, el despedazamiento de sus tierras, la construcción de nuevos asentamientos, las presiones a los campesinos palestinos hasta que acaban abandonando su tierra (que van desde la quema de las cosechas y las profanaciones religiosas hasta los asesinatos individuales), todo ello respaldado por una red kafkiana de normativas legales.

Saree Makdisi afirma, en Palestine Inside out: An Everyday Occupation, que, aunque la ocupación israelí de Cisjordania está en manos de la fuerzas armadas, en realidad es una “ocupación mediante la burocracia”: sus armas fundamentales son los formularios, los títulos de propiedad, los documentos de residencia y otros permisos. Esta microgestión de la vida diaria es la que garantiza la lenta pero firme expansión israelí. Uno tiene que pedir permiso para irse con su familia, para cultivar su tierra, para cavar un pozo, para trabajar, para ir a la escuela o a un hospital... Así, los palestinos nacidos en Jerusalén pierden, uno a uno, el derecho a vivir allí, a ganarse la vida, a la vivienda, y así sucesivamente.

Los palestinos suelen emplear el problemático cliché de que la Franja de Gaza es “el mayor campo de concentración del mundo”, pero, en el último año, esa calificación se ha acercado peligrosamente a la verdad. Ésa es la realidad fundamental que hace que todas las “plegarias por la paz”, en abstracto, sean escandalosas e hipócritas. El Estado de Israel está claramente llevando a cabo un proceso lento e invisible ignorado por los medios, una especie de lucha subterránea contra un topo, de tal forma que, un día, el mundo se despertará y verá que ya no hay una Cisjordania palestina, que la tierra está libre de palestinos, y que no tenemos más remedio que aceptar los hechos. El mapa de la Cisjordania palestina parece ya un archipiélago fragmentado.

En los últimos meses de 2008, cuando los ataques de colonos ilegales de Cisjordania contra campesinos palestinos se convirtieron en un hecho cotidiano, el Estado de Israel trató de contener los excesos (el Tribunal Supremo ordenó la evacuación de algunos asentamientos, por ejemplo); pero, como advirtieron muchos observadores, es inevitable ver esas acciones como unas medidas poco serias para contrarrestar una política que, en el fondo, es la política a largo plazo del Estado israelí, y que viola de forma increíble los tratados internacionales firmados por el propio Israel. Lo que dicen los colonos ilegales a las autoridades israelíes es: estamos haciendo lo mismo que vosotros, sólo que de forma más abierta, así que ¿qué derecho tenéis a condenarnos? Y la respuesta del Estado, en definitiva, es: sed pacientes, no os apresuréis, estamos haciendo lo que queréis, sólo que de manera más moderada y aceptable...

Es la misma historia desde 1949: Israel, al tiempo que acepta las condiciones de paz propuestas por la comunidad internacional, cuenta con que el plan de paz no va a funcionar. Los colonos descontrolados, a veces, recuerdan a Brunhilda en el último acto de La Valkiria de Wagner, cuando echa en cara a Wotan que, al desobedecer su orden explícita y proteger a Siegmund, sólo estaba haciendo realidad los deseos de él, que se ha visto obligado a renunciar a ellos por presiones externas, igual que los colonos ilegales hacen realidad los verdaderos deseos del Estado a los que ha tenido que renunciar por las presiones de la comunidad internacional. Mientras condena los excesos violentos descarados de los asentamientos “ilegales”, el Estado israelí promueve nuevos asentamientos “legales” en Cisjordania y sigue estrangulando la economía palestina.

Una mirada al mapa cambiante de Jerusalén Este, donde los palestinos están cada vez más encerrados y ven su espacio recortado, es suficientemente significativa. La condena de la violencia antipalestina ajena al Estado oculta el verdadero problema de la violencia de Estado; la condena de los asentamientos ilegales oculta la ilegalidad de los legales. Ahí está el doble rasero de la alabada —por imparcial— “honestidad” del Tribunal Supremo israelí: a base de dictar de vez en cuando una sentencia en favor de los palestinos desposeídos y calificar su expulsión de ilegal, garantiza la legalidad de la mayoría de casos restantes.

Y, para evitar cualquier malentendido, que quede claro que tener todo esto en cuenta no implica, en absoluto, mostrar “comprensión” hacia los inexcusables actos terroristas. Al contrario, ofrece la única base desde la que es posible condenar los atentados terroristas sin hipocresía.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

El País, 22/08/09

15/8/09

Poesía con tanques bajo la ventana. Entrevista por Juan Miguel Muñoz

Rescatamos la última entrevista que Mahmud Darwix concedió a un medio español. Fue al corresponsal de El País en Jerusalén, en marzo de 2008, cinco meses antes de su muerte.

En tiempos difíciles para la poesía, Mahmud Darwix, hombre al que le cuesta sonreír, resiste. El poeta por excelencia desde Marruecos hasta Irak, nacido en 1941 en el pueblo palestino de Birwa, muy cerca de Acre, borrado del mapa por las milicias judías siete años después, vive a caballo entre Ramala (Cisjordania) y Ammán, recita en estadios de Beirut o viaja a El Cairo.

Para regresar a su tierra necesita permiso del Gobierno hebreo. Rara vez se lo concede. “A veces voy a ver la tierra de mi memoria. El lugar de mi lengua está allí”, comenta Darwix, que recibe a EL PAÍS en Ramala con motivo de la nueva edición española de su Poesía escogida (Pre-Textos), en traducción de Luz Gómez García.

Embargado por un acendrado pesimismo, le disgusta la evolución de los países musulmanes, cada día más anclados en la religión; detesta las políticas de Estados Unidos e Israel en la región, y no atisba solución al eterno conflicto. Sólo resta un resquicio al que aferrarse. Su sueño: “Mejorar mi poesía. Escribir poesía pura”.

En su bello y pulcro a la par que modesto despacho del centro cultural Shakakini, Darwix explica que su poesía no es fácil. “Se necesita conocer la mitología de Oriente Medio. No me gusta escribir poemas unívocos, deben tener muchas interpretaciones”. Y en permanente evolución, aborda ahora la causa palestina, de la que fue gran abanderado, de otro modo. “Creo que no hay una ruptura entre el pasado y el presente, que se pueden hallar las mismas semillas a lo largo de mi obra. Pero ahora me esfuerzo más en la estética, no sólo en reflejar la realidad. Intento humanizar nuestra causa. Los palestinos son seres humanos que ríen, viven, e incluso tienen una muerte normal. No sólo los matan”.

Cuando se le sugiere que hay gente a la que no agrada su obra, responde: “Sí, pero también hay quien prefiere la poesía que escribo ahora. Me ruboriza decirlo, pero soy el poeta más famoso en el mundo árabe, tengo nuevos lectores, muchos son muy jóvenes, y compran mis libros. Todavía pertenezco al futuro, que está en las nuevas generaciones”.

Tampoco las tendencias actuales, según él, abonan el campo para la creación poética. “Las nuevas tecnologías y los medios de comunicación han orillado a la poesía. Ya no ocupa el lugar que ocupaba antes en el mundo. No es una crisis exclusiva del ámbito árabe, sucede en todo el planeta. Ya no hay lectores de Lorca o Alberti”.

No va a renunciar, por mucho que se impongan las tendencias modernas o por muchas críticas que pueda recibir de sus compatriotas. Es su sueño. “Para escribir poesía pura hay que liberarse de la presión de la Historia, aunque sé que no es posible. Quiero que mi poesía se acerque a la música, algo que todos pueden entender. Y que mi país sea libre. Entonces podré decir cosas buenas de Israel. Entonces podré elegir el exilio, si quiero. Deseo que mi país tenga una vida normal. No quiero ni héroes ni víctimas”.

La poesía, como los territorios palestinos, sufre un asedio. El centro cultural que dirige el poeta fue tomado al asalto en 2002: “Los soldados israelíes destrozaron parte de los archivos. No lo perdí todo. Sólo fue una revancha porque había recibido a una delegación de escritores, entre ellos José Saramago, Wole Soyinka y Juan Goytisolo”, explica. En esa época creó su obra Estado de sitio. “La escribí con los tanques debajo de mi casa. Fue una gran terapia para el alma. La poesía te hace sentirte libre, te conduce a otro sitio. Tal vez es una ilusión, pero es esencial”, señala Darwix.

Desde su infancia conoció experiencias traumáticas: el despojo, la cárcel, el destierro. La familia fue expulsada de Galilea en 1948. Él regresó de forma clandestina al año. El activismo político en la izquierda le llevó a prisión. A comienzos de los setenta comenzó su peregrinaje. Marchó a Moscú. Más tarde a El Cairo. Después a Líbano. Y de nuevo, en 1982, ya bajo asedio israelí, a Beirut. “El exilio es parte de mí. Cuando vivo en el exilio llevo mi tierra conmigo. Cuando vivo en mi tierra, siento el exilio conmigo. La ocupación es el exilio. La ausencia de justicia es el exilio. Permanecer horas en un control militar es el exilio. Saber que el futuro no será mejor que el presente es el exilio. El porvenir es siempre peor para nosotros. Eso es el exilio”.

“La arrogancia es enemiga de la inteligencia”

Ha asegurado que se ha puesto una coraza; que logra, desde hace años, dominar sus sentimientos. Pero, como el té hirviendo que se sirve en Palestina, queda mucho del fuego juvenil, aunque expresado sin estridencias.

JMM. En su poema "Contrapunto", dedicado a Edward Said, escribe: “No os fiéis del caballo, ni de la modernidad”.

Darwix. Aludo a los indios de América. Los blancos trajeron la modernidad en ese caballo. Ahora puede aplicarse a lo que pasa en Oriente Próximo. El tanque aquí es ese caballo.

JMM. Los países árabes se distancian de la modernidad. Crece sin pausa el fenómeno religioso.

Darwix. Los pueblos son mucho más creyentes que hace 40 años, por la depresión y el conflicto entre los extremismos israelí y musulmán. ¿Qué hace Israel en las granjas libanesas de Chebá? Sólo ofrecer una justificación política a Hezbolá. ¿Qué ha logrado la invasión de Irak? Dar fuerza a esos movimientos. Nadie en el mundo árabe cree en la política estadounidense. La religión es la respuesta fácil a las cuestiones complejas.

JMM. ¿Puede frenarse esa islamización?

Darwix. Sí, si hubiera estabilidad, justicia, dignidad y democracia. Si hay esperanza y trabajo, la gente será más moderada. EE UU debe retirarse de Irak y dejar de prometer democracia con tanques. Israel debe comprender que no puede tener el monopolio de la tierra y el monopolio de la historia en esta tierra. Un dirigente israelí ha dicho que causarían un holocausto a los palestinos. No esperaba que usaran este término referido a nosotros. Están volviéndose locos. Han perdido su inteligencia, porque la arrogancia es enemiga de la inteligencia.

JMM. Cuál es la mejor manera de luchar contra la ocupación?

Darwix. Esto es una prisión. Nuestra vida no es vida, pero es mejor que la muerte. Es muy triste vivir bajo ocupación. La primera Intifada (la de las piedras contra los tanques) es el modelo. Provocó un cambio en la comunidad judía mundial y la opinión pública del planeta comprendió mejor al pueblo palestino. Creo que no volveremos a ese camino. No veo solución. El proceso de paz ha fracasado. Militarmente, no podemos. El presente es muy frágil. Nadie ve el futuro. Sólo el pasado es sólido. No hay luz al final del túnel, todo es oscuro. El actual proceso de paz no conduce a nada: Israel está haciendo imposible la paz.

El País, 11/03/08

9/8/09

Primer aniversario de la muerte de Mahmud Darwix, por Luz Gómez García


© Haitham Mussawi, AFP

A su muerte el pasado mes de agosto, se hizo realidad algo que las letras árabes ya venían sospechando desde hacía un par de décadas: que Mahmud Darwix (1941-2008) ha sido el poeta árabe más determinante del siglo XX. El acuerdo fue casi unánime, y rebasó con creces las valoraciones de circunstancias que rodean al óbito de una figura de relieve. Sólo se recuerda en las letras árabes un asenso y un despliegue de duelo y encomio parecido: el que suscitó la muerte del premio Nobel de literatura Naguib Mahfuz. De hecho, entre los lloros más recurrentes se hallaba el de que Darwix hubiera muerto sin conquistar tal premio, para el que estuvo propuesto en varias ocasiones y al cual podría haber aspirado —pese a la dificultad intrínseca que implicaba su consecución para un autor que no tenía un Estado detrás, y sí delante y como enemigo a un fiero Estado— de haber vivido aún unos años. No en vano, en el momento de su muerte el reconocimiento internacional de su obra no hacía sino crecer. Pero entre los árabes, de Casablanca a Qátar, de los grandes periódicos árabes de Londres a las revistas literarias de El Cairo y Beirut, hubo acuerdo. El propio Darwix había dicho en alguna entrevista —trance que él convertía en un ejercicio de crítica literaria— que la posteridad es un billete de lotería que uno compra en vida y, nada más morir, sabe si le ha tocado... Si estaba en lo cierto, puede descansar tranquilo.

Ese estatuto de maestro incontestado lo adquirió Darwix sometiendo su carrera poética a una evolución permanente. Esto, que parece ocurrir con frecuencia entre toda suerte de poetas, no es tan frecuente como se creería, y menos aún entre poetas exitosos, poetas que desde muy jóvenes han gozado de refrendo y exaltación. Tras haber dado pie a finales de la década de 1960, en compañía de Samih al-Qásim, a lo que entonces se llamó “poesía palestina de resistencia”, Darwix no se limitó a ello, no se quedó encerrado en tal cosa, sino que sometió su poesía a un grado cada vez mayor de complejidad arquitectónica y musical, siempre en diálogo con la gran tradición poética árabe: la de la casida, el poema de métrica y estructura codificadas, que él supo modernizar y reinventar. A lo largo de todas sus etapas poéticas, que grosso modo coinciden con los distintos destinos de su exilio (El Cairo, Beirut, París, Ammán/Ramala), Darwix supo escribir poemas considerados clásicos, que gozan del estatuto de ingenuidad ejemplar de la verdadera poesía. Dominó el poema en prosa (por ejemplo, “Cuatro direcciones personales”), el poema largo (“Fue lo que había de ser”), el poema-libro (Mural, Estado de sitio), el poema breve (“A mi madre”), la canción (“Rita y el fusil”). De todo ello se halla muestra en nuestro tomo Poesía escogida, 1966-2005 (Valencia, Pre-Textos, 2008), cuya selección supervisó el propio poeta. A la vez, y a lo largo de los años, Darwix desarrolló una importante obra en prosa, en la que destaca su libro final, En presencia de la ausencia, donde indaga en la construcción de la identidad personal, en su caso marcada por la Nakba, el Desastre palestino de 1948, fruto de la creación del Estado de Israel y de la expulsión de 800.000 palestinos de sus tierras, entre ellos el niño Darwix y su familia.

Es el tema de la construcción nacional palestina uno de los que más quebraderos de cabeza dio a Darwix. Junto a Edward Said, Darwix se vio alzado desde el comienzo de su carrera a la condición de conciencia nacional palestina. Se esperaban sus poemas y sus palabras como oráculos sobre la condición palestina. Él lo que pretendía era que hablaran de la condición humana, simplemente. En ella debía estar incluida la tragedia palestina, y en ésta aquélla. El mismo Said lo relacionó con poetas como Yeats, Ginsberg o Walcott, poetas de un pueblo, de una cultura específica, poetas del epos, desde el que se alzan al dominio universal.

Tomado del anticipo de La huella de la mariposa publicado en la revista Turia (nº 91, mayo-octubre 2009), pp. 121-127, presentación y traducción de LGG

3/8/09

El mosquito

El mosquito, femenino en mi lengua, es más letal que la calumnia. Además de chuparte la sangre, te fuerza a una absurda batalla. Siempre te visita en la oscuridad, como la fiebre a al-Mutanabbi. Zumba y zuñe como un avión de guerra al que no oyes hasta que ha alcanzado su objetivo. Tu sangre es el objetivo. Enciendes la luz para ver dónde está y se esconde de tus aviesas intenciones en cualquier rincón de la habitación, y luego va y se posa en la pared... a salvo, pacífico, como si se hubiera rendido. Intentas matarlo con un zapato, pero se burla de ti, se escapa y reaparece cínicamente. Le insultas en voz alta pero ni se inmuta. Le invitas a negociar una tregua con voz amigable: ¡Duérmete... y yo me duermo! Crees que le has convencido, apagas la luz y te duermes. Pero cuando te ha vuelto a chupar la sangre, zumba otra vez avisando de una nueva incursión. Y te empuja a una batalla colateral con el insomnio. Enciendes la luz por segunda vez y haces frente a los dos —a él y al insomnio— leyendo. Entonces el mosquito aterriza en la página en la que estás, y te regocijas en secreto: ¡Ha caído en la trampa! Cierras de golpe el libro: Lo he matado... lo he matado. Lo abres para jactarte de tu victoria y no hay ni rastro del mosquito ni de las palabras. ¡El libro está en blanco! El mosquito, femenino en mi lengua, no es una alegoría, ni una metáfora, ni una metonimia. Es un insecto al que le gusta tu sangre. La huele a veinte millas. Y sólo hay un medio de arrancarle una tregua: que cambies de grupo sanguíneo.

Traducción de Luz Gómez García

Tomado del anticipo de La huella de la mariposa publicado en la revista Turia (nº 91, mayo-octubre 2009), pp. 121-127, presentación y traducción de LGG

28/7/09

La nostalgia es una cicatriz en el corazón...

La nostalgia es una cicatriz en el corazón, la marca de un país en el cuerpo. Pero nadie siente nostalgia de sus heridas, nadie siente nostalgia del dolor o las pesadillas, sino de un antes, de una época en la que la única pena eran los placeres primeros que se disolvían en el tiempo como un azucarillo en una taza de té, una época de imagen paradisíaca. La nostalgia es la flauta que llama a la flauta para restaurar la ruta devastada por los cascos de los caballos en una campaña militar. Es una enfermedad crónica que ni es infecciosa ni mata, aunque adopte visos de epidemia. Es una invitación a bromear con uno mismo, el recurso del que no puede ser igual que los pasajeros de un tren que saben muy bien cuáles son sus señas. Es un conjunto de materiales fabricados con la transparencia de una hermosa nada para los sueños del extranjero, al que le tuesta el café con que se despierta.

Raramente llega por la mañana. Raramente se entromete en una charla banal con un taxista. Raramente se cuela en la sala de conferencias o en la primera cita de una pareja… Es un visitante vespertino, cuando buscas huellas de ti en lo que te rodea y no las encuentras, cuando se asoma por el balcón un gorrión y te crees que es un mensaje de un país que no amabas cuando estabas en él, como lo amas ahora que él está en ti. Era un regalo, un árbol, una piedra, y se ha convertido en la seña del alma y de la idea, y en una brasa en la lengua. Era aire, tierra y agua, y se ha hecho poema.

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García

23/7/09

En la muerte de Naguib Mahfuz

Naguib Mahfuz será, ayer, hoy y siempre, lo mismo: uno de los grandes genios de Egipto, siempre vivo, desafiante ante el tiempo, aunque su cuerpo enjuto se despidiera hace unos días. Porque el espíritu que alienta en su enorme creatividad permanecerá vivo en la memoria de la literatura árabe, que él propulsó a lo universal y el mundo reconoció como parte integral del acervo humano.

No se puede hablar con propiedad de novela árabe antes de Naguib Mahfuz, por más que haya habido intentos e inicios destacados. Mahfuz es el verdadero fundador de la novela árabe en sentido moderno, y es al mismo tiempo su renovador y quien la ha hecho evolucionar. Es algo excepcional: ser a la vez el pionero y el modernizador. Él era un ser excepcional.

Mahfuz nunca dejó de desarrollar sus métodos y formas narrativas, no se conformó con una novela de un único corte. Estuvo muy atento a cómo cambiaban los tiempos, y escribió una epopeya en múltiples episodios que abarca del clasicismo a la modernidad, de suerte que fue a la vez maestro de la novela árabe e historiador de las transformaciones sociales y políticas del Egipto contemporáneo. Desde los rincones de El Cairo antiguo, con sus clases medias y ambientes populares, recreó un mundo que le dispensó de viajar por el mundo… un mundo poblado de todas las preguntas vitales sobre lo cotidiano o la existencia, y demostró que la universalidad de la literatura comienza en lo local, en un barrio cualquiera, y que el concepto de literatura universal no se limita al centro, sino que es el producto de lo que el hombre escribe y ha escrito en todo tiempo y lugar.

De su literatura, me impresiona su percepción del absurdo de la historia, cómo sabe ver las trampas que la historia y el destino tienden a los seres humanos. Y también me llama poderosamente la atención la lengua de la narración, despojada de la retórica de la poeticidad que ha embaucado a algunos novelistas, que pretenden ser poetas escribiendo novelas. Me fascina la manera que tiene de servirse de su talento, sabedor de que la genialidad sólo se materializa tras someterla a un laborioso trabajo de hormiga. Siempre fue muy escrupuloso en todo, especialmente en lo tocante a las relaciones entre escritura e inspiración, como si creyese que, de existir ésta última, el escritor tiene que saber atraparla tanto como ella susurrarle.

Muchos se preguntan: ¿Cómo un minucioso funcionario como Naguib Mahfuz ha podido ser a la vez el gran creador Naguib Mahfuz? La respuesta quizá se halle en su respeto de los tiempos: uno para el trabajo administrativo, otro para bromear, divertirse y trasnochar, otro para el café, otro para los harafix,* otro sagrado para la escritura.

Le conocí en 1971, cuando Muhámmad Husáin Háikal me hizo el honor de ponerme con él y con Yúsuf Idrís en el mismo despacho de al-Ahram.** Descubrí que era una persona amable y de carácter apacible, a la que le gustaban mucho las bromas y los chistes. Pero era un amigo inquebrantable del reloj: siempre que le preguntaba si le apetecía tomar un café, antes de responder sí o no, miraba el reloj para saber si ya era la hora del café.

Cada vez que he ido a El Cairo he procurado peregrinar a verle, sentado en un café o en una barca junto al Nilo, así que a mi próxima visita le faltará algo: no veré a Naguib Mahfuz riéndose de todo corazón mientras va dando abrazos a sus muchos adeptos.

Si no se puede hablar de novela árabe moderna antes de Mahfuz, gracias al papel decisivo que él ha jugado sentando sus bases, desarrollándola y extendiendo sus límites, sí se puede hablar de la novela árabe postmahfuzí. Y entre ese antes y ese después, Mahfuz permanecerá como faro y maestro.

* Historietas de raigambre popular, de tono picaresco.
** Principal periódico egipcio y decano de la prensa árabe, fundado en 1876. Muhámmad Husáin Háikal (n. 1923) ha sido uno de los grandes intelectuales egipcios del siglo XX, y fue director de al-Ahram de 1957 a 1974; Yúsuf Idrís (1927-1991) está considerado un maestro del relato breve y del teatro en lengua árabe.


Al-Ayyam, 5 de septiembre de 2006

Traducción de Luz Gómez García

17/7/09

No ha venido

No ha venido, me digo, ni vendrá... Así que
recompongo la noche a tenor de mi decepción
y su ausencia:
apago las velas,
enciendo la luz,
me bebo su copa de vino, la rompo,
cambio los vibrantes violines
por melodías persas.
Me digo: No vendrá. Me quito la corbata
elegida para la ocasión (así estoy más a gusto)
y me pongo un pijama azul. Ando descalzo
si quiero. Me siento tranquilamente a la turca
en su butaca y la olvido
y olvido cuanto guarda relación con la ausencia /
Han vuelto a los cajones los objetos de nuestra fiesta,
abro cortinas y ventanas.
En mi cuerpo no hay más secreto ante la noche que
lo esperado y lo perdido...
Me río de mi tontería de purificar el aire por ella
(lo había perfumado con agua de rosas y azahar).
No vendrá... Coloco la orquídea
a la izquierda en venganza
por haberse olvidado de mí...
Tapo con un abrigo el espejo de la pared para no ver
reflejada su foto... pero me arrepiento /
Me digo: Olvídate de los préstamos
de la poesía clásica, ella no se merece
un poema, ni siquiera robado...
Y me olvido de ella. Ceno de pie,
leo algo sobre planetas lejanos
en un libro de texto,
y escribo, para olvidar el daño, un poema,
¡este poema!

De Como la flor del almendro o allende (Ka-zahr al-lauz au abd, Beirut, Riad El-Rayyes, 2005)

Traducción de Luz Gómez García

4/7/09

¿Por qué? ¿A santo de qué?

Se da ánimos hablando consigo mismo mientras camina solo. Palabras que no significan nada, y que no quiere que signifiquen nada: “¿Por qué? ¿A santo de qué?” No es su intención quejarse o hacer preguntas, o frotar una expresión con otra para que prenda un ritmo que le ayude a caminar con la agilidad de un chaval. Pero es lo que sucede. Cada vez que repite: ¿Por qué? ¿A santo de qué?, siente que está en compañía de un amigo que ha venido a ayudarle a sobrellevar el camino. Los transeúntes lo miran con indiferencia. Nadie piensa que esté loco. Le creen un poeta, un soñador errabundo poseído por una repentina inspiración del demonio. Pero él no se da cuenta de qué le aflige. No sabe por qué se acuerda de Gengis Jan. Quizá porque ha visto un caballo sin montura nadando en el aire, sobre los edificios destruidos del fondo del valle. Continúa caminando con un solo ritmo: “¿Por qué? ¿A santo de qué?” Y antes de llegar al final del camino que sigue todas las tardes, ve a un viejo inclinado junto a un eucalipto, el bastón apoyado en el tronco, que se desabrocha los botones de los zaragüelles con mano temblorosa y mea mascullando: ¿Por qué? ¿A santo de qué? Las chicas que suben del valle no se contentan con reírse del viejo: le tiran bayas de pistachos verdes.

Traducción de Luz Gómez García

Tomado del anticipo de La huella de la mariposa publicado en la revista Turia (nº 91, mayo-octubre 2009), pp. 121-127, presentación y traducción de LGG

28/6/09

“Estoy en contra de la poesía política o de resistencia inmediata”. Entrevista por Manuel Planelles

Recuperamos la entrevista que Mahmud Darwix concedió a El País con motivo de su asistencia al festival Cosmopoética en 2006. Se publicó el 22/04/06.

Pregunta. ¿Es inevitable que surja el problema palestino si se habla con usted de literatura?

Darwix. Estoy preocupado por esta cuestión. A pesar de que me siento palestino, veo que cuando se habla con un poeta americano no se le pregunta por la política norteamericana. Pero comprendo que el problema en mi tierra es tan largo, tan enquistado y tan doloroso que cualquier palestino quiere hacer algo por poco que sea. Pero me niego a que el único tema existente en la poesía palestina sea el conflicto. Es cierto que todo poeta tiene unas circunstancias históricas concretas pero, si es un buen poeta, tiene que abstraerse para ir de lo concreto a lo universal.

P. ¿Está cansado de que se le considere el poeta nacional palestino?

Darwix. No estoy cansado de eso, estoy cansado de que los lectores de mi poesía crean que saben lo que voy a escribir antes de que lo haya escrito. Pero yo siempre intento sorprenderles. Estoy en contra de la poesía política o de resistencia inmediata. Mi última colección de poemas, por ejemplo, trata de las flores de los almendros. Estoy cansado de algunos intelectuales que quieren encasillarme como un poeta político directo. Curiosamente, me acusan de dos cosas: unos de no ser lo suficientemente nacionalista y otros de ser demasiado político y nacionalista. Pero el lector busca otra cosa. Cuando recito en Palestina siento que lo que quiere la gente es que les lea poesía de amor. Los palestinos están vivos y quieren lo que el resto de la humanidad: amor.

P. En su poesía hay referencias constantes a la Tora, a los Evangelios, al Corán... ¿Es un afán integrador?

Darwix. Yo me siento hijo de todas estas culturas. Yo soy hijo de la tierra palestina y todas las culturas del mundo hunden sus raíces allí. La identidad cultural de Palestina es múltiple, plural. Cuando introduzco en mi poesía elementos relativos a la Tora o a los Evangelios, éstos no son religiosos sino literarios. Mi relación con todos estos libros es literaria. Es importante comprender que todas las religiones se han ido sucediendo unas a otras no para suplantarse sino para complementar un mensaje. Esto es algo que deben aprender los fundamentalistas de todas estas religiones.

P. ¿Árabes y judíos viven de espaldas en lo cultural?

Darwix. El enfrentamiento entre israelíes y árabes ha dejado de lado la investigación sobre las relaciones culturales. Lo más peligroso de esta lucha es que la están convirtiendo en un combate religioso.

P. Usted ha dicho que “el mundo se mueve en el poema, pero el poema no cambia el mundo”. ¿Qué puede hacer un poema?

Darwix. El arte tiene algo mágico porque no pretende tener una función clara. Hay bastantes escuelas de pensamiento que creen que la poesía puede cambiar el mundo. Esto es un sueño, todo poeta sueña que con su poema puede cambiar el mundo. Pero lo que tiene que ser indispensablemente es bello. El poema lo que puede hacer es cambiar nuestra forma de ver el mundo. Cambiar nuestra forma de relacionarnos con el mundo porque nos lleva al principio del verbo. Pero la poesía no es como un espejo. Yo escribí una vez que el poema sólo cambia a quien lo escribe. En la poesía también hay una parte de búsqueda personal. Volviendo a Palestina, el poeta palestino siente que tiene que reconstruir un espacio y un tiempo que se han roto pero no tiene otros útiles que no sean las palabras. Con ellas intenta reconstruir una patria o hace de las palabras una patria. Porque la patria última de un poeta son las palabras.

P. ¿Cree que el ritmo es el mayor tesoro de la poesía árabe?

Darwix. Creo que el ritmo es lo más importante para cualquier poeta. La musicalidad es el momento que distingue la prosa del verso. Yo no soy un poeta a la manera clásica que defienda los versos y los pies métricos tradicionales, pero considero que el ritmo poético es un elemento indispensable. Es cierto que la literatura árabe es muy rica en metros, pero sorprendentemente la mayoría de los poetas árabes actuales escriben en verso libre. Yo soy uno de los pocos y últimos que escribo con un pie métrico. Lo que hago es buscar en los metros tradicionales pero creando nuevas musicalidades. Escribir poesía sin conocer el ritmo es igual que escribir música sin saber solfeo.

21/6/09

Checkpoint Rock. Canciones desde Palestina, por Fermín Muguruza y Javier Corcuera

Ayer, el Círculo de Bellas Artes de Madrid ofreció un pase de preestreno del documental de Fermín Muguruza y Javier Corcuera Checkpoint Rock. Canciones desde Palestina. La película arranca con imágenes del entierro de Mahmud Darwix. La presencia de la poesía de Darwix va punteando el documental, que denuncia la Ocupación y muestra las dificultades que tienen los músicos palestinos para realizar su trabajo y llevar una vida digna de tal nombre. Raperos y rockeros palestinos cantan sobre su vida perra. Éste es el tráiler de la película.

17/6/09

Ella/Él

ELLA: ¿Has conocido el amor?
ÉL: Cuando llega el invierno, siento que algo
ausente me arrebata, le doy un
nombre, cualquier nombre, y olvido...
ELLA: ¿Qué olvidas? ¡Dímelo!
ÉL: El temblor de la fiebre y el delirio
bajo las sábanas, sollozando: ¡Arrópame,
arrópame!
ELLA: No es de amor de lo que hablas.
ÉL: No es de amor de lo que hablo.
ELLA: ¿Has sentido deseos de vivir
la muerte en brazos de una mujer?
ÉL: Cuando se cumplía la ausencia, yo me hacía presente...
la distancia se quebraba, la muerte abrazaba a la vida
y la vida a la muerte... como dos amantes.
ELLA: ¿Y después?
ÉL: ¿Después?
ELLA: Fuisteis uno, tú no distinguías tus manos
de las suyas, y os evaporasteis como una nube azul,
sin saber si erais dos cuerpos... o dos fantasmas o...
ÉL: ¿Quién era la hembra, metáfora de la tierra?
¿Quién el macho-cielo?
ELLA: Así empezaban las canciones de amor. Entonces ¡sí
has conocido el amor!
ÉL: Cuando se cumplía la presencia
y se domesticaba lo desconocido...
yo me ausentaba.
ELLA: Es invierno. Tal vez
yo me haya convertido en tu pasado preferido
en invierno.
ÉL: Tal vez... Hasta la vista entonces.
ELLA: Tal vez... ¡Hasta la vista!

De Como la flor del almendro o allende (Ka-zahr al-lauz au abd, Beirut, Riad El-Rayyes, 2005)

Traducción de Luz Gómez García

10/6/09

Exterminadores del amor y la revolución, por Alia Mamduh

Los cuerpos de la mujer y el hombre crujían en la cama. No habían hablado de la ocupación militar ni del destino, y, básicamente, ni se habían preocupado por delimitar cuál de los dos atinaba más, ni cuál había analizado la situación con más detenimiento.

Los dos yacían como si hubieran dejado de ser ellos, y eso que en ningún momento la tristeza les había abandonado.

El hombre deseaba cierta tregua, y la mujer no tenía armas concretas.

Detenerse equivaldría a que la vejez irrumpiera en el espacio y en el tiempo.

A lo largo de los años no habían pensado en las consecuencias, pero las vacunas que se habían ido poniendo tenían fecha de caducidad.

El amor, la separación, los muchos amantes, revoloteaban sobre sus cabezas.

Bien, ¿y qué, si el mundo ignoraba sus sufrimientos?

Pero el zumbido de los aviones sembraba de explosiones el lugar.

Ahí estaban todos, buscando nuevas excusas con los exterminadores cada vez más cerca.

¿Podrían continuar amándose?

Cuando pasó el primer avión, la mujer dijo:

—Trece muertos.

Cuando pasó el segundo avión, el hombre dijo:

—Ya son más de sesenta.

Avergonzados de dedicarse a contar el número de muertos, tras el tercer avión ella sentenció:

—Hay que reconocer que el aire se ha vuelto irrespirable.

Tener remordimientos no garantiza la victoria, y menos si el porcentaje de suicidios entre los líderes es cero.

La mujer, levantándose de la cama, le rogó:

—Lavémonos.

—Te acompañaré al río.

Y cuando llegaron al río, su curso había cambiado, y se lavaron con sus propias lágrimas.

Beirut, 1972

Traducción de Luz Gómez García

En VVAA: Iraquíes, traducción de VVAA, Málaga, Miguel Gómez Ediciones, 2003, pp. 129-130.

4/6/09

Pasaporte, por Khalife/Darwix

La poesía más antigua de Darwix también tiene sus amantes, un tanto nostálgicos por lo general, o muy militantes y menos aficionados a la poesía. A él no le gustaba mucho, sólo poemas contados. Yo, en general, concuerdo, concordaba, con él. Cuando seleccioné su obra para hacer el tomo Poesía escogida (1966-2005), le di la lista de poemas elegidos y le dije: “Quita y pon lo que quieras”. No añadió ningún poema, pero quiso quitar “Rita y el fusil”. Yo le dije que era un poema poco conocido en España, que a un oído español no le resultaba tan empalagoso como a uno árabe, saturado de haberlo escuchado en la adaptación musical de Marcel Khalife, y que sin “Rita” no había antología, pues yo descubrí su poesía por ese poema. Accedió, levantando ligeramente las manos. A última hora, le expresé mis dudas acerca de “Shirján toma un café en la cantina”, célebre poema, inicialmente incluido. Lo descartó encantado. Su poesía antigua le pesaba.

El poema que sigue, “Pasaporte”, se halla en esa tesitura. Yo lo tenía traducido, pero nunca pensé en incluirlo en la antología. Es de 1970, año en que Darwix marchó definitivamente al exilio. Marcel Khalife lo musicó en su disco Promises of the Storm (1976).



PASAPORTE

No me han reconocido
en las sombras que difuminan
mi color en el pasaporte.
Mi desgarrón estaba expuesto
al turista amante de postales.
No me han reconocido…
Ah, no prives de sol
a la palma de mi mano,
pues el árbol me conoce…
Me conocen las canciones de la lluvia,
no dejes que empalidezca
como la luna.

Todos los pájaros que ha perseguido
la palma de mi mano
a la entrada del lejano aeropuerto,
todos los campos de trigo
todas las cárceles
todas las tumbas blancas
todas las fronteras
todos los pañuelos agitados
todos los ojos
estaban conmigo,
pero ellos los borraron
de mi pasaporte.

¿Despojado de nombre, de pertenencia,
en una tierra que ha crecido
con mis propias manos?
Hoy Job ha llenado el cielo con su grito:
¡No me volváis a tomar por ejemplo!

Señores, señores profetas,
no preguntéis su nombre a los árboles,
no preguntéis por su madre a los valles:
en mi frente despunta la espada de la luz,
y de mi mano brota el agua del río.
Todos los corazones del hombre…
son mi nacionalidad:
¡retiradme
el pasaporte!

Traducción de Luz Gómez García

29/5/09

Cuando la ‘yihad’ es nacionalista, por Luz Gómez García

En los últimos meses, a raíz de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, se viene hablando más o menos explícitamente de la conveniencia de hallar vías de entendimiento con los grupos islamistas que, bien en Afganistán, en Irak o en Pakistán, aceptan los límites estatales existentes. Muchos de estos grupos fueron incluidos tras el 11-S por los países occidentales en sus listas de entidades afines al terrorismo. Son listas que posiblemente veremos caducar ante el empuje de la nueva realpolitik norteamericana. En buena medida, las transacciones serán posibles porque Hezbolá, Hamás o los talibanes comparten algo que los distingue claramente de otras opciones islamistas: su carácter islamonacionalista.

En la trayectoria última del islamismo se ha acentuado un rasgo propio de toda su historia: la polaridad en la concepción de la estrategia política. Por un lado, siempre ha existido una línea de tendencia centrípeta, que defiende soluciones locales y acepta un entendimiento posibilista con los regímenes en vigor. Por otro, se da una pulsión centrífuga, que articula la vocación internacionalista de todo islamismo, y que suele estar liderada extramuros de los centros de actuación. La gran novedad de los últimos años es el trasvase que se viene produciendo de la pujanza del islamismo internacionalista al nacionalista.

El desarrollo teórico del islamismo internacionalista yihadista es obra del palestino Abdallah Azzam (1941-1989), creador del concepto de al-qaida (la base). Su concepción de la qaida es psicológica y territorial: psicológica, en cuanto que la base supone una preparación mental e ideológica para la yihad; territorial, en cuanto que la base es un territorio liberado desde el que emprender y propagar la reconquista del suelo musulmán. La yihad se convierte así en una estrategia que combate al enemigo exterior (sea Estados Unidos, Israel, la India o la impía comunidad internacional) antes que al interior (los regímenes totalitarios, el nacionalismo laico, la democracia postcolonial) y que libera el territorio arrebatado al islam (Palestina, Afganistán, Cachemira) antes que el sojuzgado por los tiranos domésticos (incluidos los "ulemas de palacio"). Es una yihad de socialización, que busca implicar a la sociedad en su conjunto, desecha la clandestinidad y desprecia las virtudes miríficas del golpe de Estado. Su mayor expresión fueron las milicias de afganos árabes lideradas por Bin Laden, y su culminación, los atentados masivos en territorios no musulmanes (Nueva York, Madrid, Londres, Bali, Bombay).

Pero el yihadismo así concebido precisaba de una rápida internacionalización que no ha logrado. Esto no significa que haya perdido su capacidad operativa, sino que no ha conquistado el estatus que pretendía de utopía liberadora de los musulmanes desheredados. Su fracaso se ha debido, en parte, a la presión de las políticas antiterroristas globales, pero, sobre todo, a su incapacidad para adaptarse a la realidad concreta de la lucha por la emancipación en cada región. En su lugar, ha ido fraguando una redefinición de la yihad en términos nacionalistas que, a su manera, la seculariza.

Si bien la pretensión genérica del islamonacionalismo es estructurar una identidad nacional en términos islámicos, su articulación desde parámetros yihadíes lo distingue de otras propuestas islamistas de corte nacional, a la manera del desintegrado FIS argelino o del pujante Partido de la Justicia y el Desarrollo en el poder en Turquía. El islamonacionalismo se origina en la defensa militar de un territorio, de ahí su confluencia con la qaida internacionalista. Pero desarrolla e implementa fórmulas de organización social y política que dibujan un nuevo marco comunitario nacional, una nueva base en la que las estructuras vigentes se trastocan para dar cabida a una suerte de Estado dentro del Estado. Su origen doctrinal y utópico se remonta a la experiencia de Mahoma en Medina (llamada al-Qaida al-Sulba, la base sólida), donde se instaló con los suyos tras emigrar de La Meca y fundó las bases para la convivencia de la umma, la comunidad minoritaria de nuevos creyentes. En el siglo XXI, la amalgama de islamismo y nacionalismo confesional, territorial o étnico reorganiza políticamente la umma: Hezbolá en Líbano, Hamás en Palestina y los talibanes en Afganistán lo ilustran.

Hezbolá se fundó en 1984, en plena guerra civil libanesa, y su actuación primera fue de carácter militar. Pero desarrolló, casi de inmediato, un ambicioso programa político, social y cultural, implicando a sus bases en actividades subversivas a través de sus propios medios de comunicación, sus centros educativos y de salud y sus redes comerciales y financieras. La anteposición de su carácter nacionalista árabe y libanés a los intereses pro-sirios y a sus propios lazos doctrinales con la jerarquía chií iraní le ha granjeado apoyos al margen de la población chií. Sus triunfos militares contra Israel han completado la aureola: en el año 2000 Hezbolá logró que el Ejército israelí se retirara del sur del Líbano tras 22 años de ocupación, y en el verano de 2006 transformó en una victoria política la razia israelí contra sus bases. Tras su pulso con el régimen libanés, los Acuerdos de Doha de hace un año le reconocieron el derecho a veto en el Parlamento, y obtuvo un ministro y 11 de los 30 puestos del Gabinete en el gobierno de unidad nacional.

Hamás surgió al calor de la Primera Intifada, en 1987, cuando un grupo de Hermanos Musulmanes palestinos dio el salto a la lucha armada contra la ocupación. Su líder histórico, el jeque Áhmad Yasín, asesinado por Israel en 2004, fue un decidido defensor de una visión estratégica que adaptase los postulados islamistas comunes a los Hermanos Musulmanes de todo el mundo a la situación de cada país. La Carta Fundacional de Hamás establece que el nacionalismo es parte integrante del credo religioso, y la yihad el más elevado deber del individuo nacionalista.

Pero Hamás, al igual que Hezbolá en Líbano, ha pasado de considerar la lucha armada su única herramienta de resistencia a participar en el juego electoral y adoptar políticas que muestran que el movimiento está reconsiderando sus postulados maximalistas contrarios a toda solución pactada del conflicto con Israel. En este sentido, en el seno de Hamás se estaba produciendo antes de la reciente invasión de Gaza un debate sobre la estrategia de la lucha armada (efectividad de los atentados suicidas y reconocimiento del Derecho Internacional Humanitario) y sobre la conveniencia de su integración en la OLP, lo cual supondría la aceptación de un Estado palestino en Gaza y Cisjordania con Jerusalén Este por capital. Las actuales negociaciones para formar un segundo gobierno de unidad nacional (aun con mayoría absoluta islamista y muchos de los parlamentarios de Hamás encarcelados en Israel) reflejan un pragmatismo alejado del yihadismo inicial del movimiento.

En Afganistán, la declaración de propósitos de los talibanes tras su entrada triunfal en Kabul en 1996 incluía la restauración de la paz, el desarme de la población, el refuerzo en la aplicación de la sharía y la defensa de la integridad del carácter islámico del país. Claramente, no se trataba de un programa de actuación panislamista sino islamonacionalista. Como se está viendo en la actualidad, su estrategia de implantación social ha sido a largo plazo, y el triunfo militar de la alianza occidental no ha supuesto un cambio en el paradigma comunitario por ellos implantado. Su éxito ha consistido en la ruptura de las fidelidades tribales fraguadas en torno a los máliks (ancianos jeques) en beneficio de sus mulaes. Al frente de un sistema de gobierno centenario se ha colocado la joven clase talibán. Hoy el Gobierno central les otorga una capacidad de intermediación que antaño estaba reservada a los máliks tribales.

Tras una década de discurso islamista centrado en el internacionalismo, la pujanza del islamonacionalismo en distintos contextos regionales, culturales y políticos no sólo muestra la permeabilidad de las ideologías islamistas, sino un pragmatismo estratégico que no se ha de desperdiciar en la búsqueda de un mejor futuro global.

El País, 28/5/09

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