23/7/09

En la muerte de Naguib Mahfuz

Naguib Mahfuz será, ayer, hoy y siempre, lo mismo: uno de los grandes genios de Egipto, siempre vivo, desafiante ante el tiempo, aunque su cuerpo enjuto se despidiera hace unos días. Porque el espíritu que alienta en su enorme creatividad permanecerá vivo en la memoria de la literatura árabe, que él propulsó a lo universal y el mundo reconoció como parte integral del acervo humano.

No se puede hablar con propiedad de novela árabe antes de Naguib Mahfuz, por más que haya habido intentos e inicios destacados. Mahfuz es el verdadero fundador de la novela árabe en sentido moderno, y es al mismo tiempo su renovador y quien la ha hecho evolucionar. Es algo excepcional: ser a la vez el pionero y el modernizador. Él era un ser excepcional.

Mahfuz nunca dejó de desarrollar sus métodos y formas narrativas, no se conformó con una novela de un único corte. Estuvo muy atento a cómo cambiaban los tiempos, y escribió una epopeya en múltiples episodios que abarca del clasicismo a la modernidad, de suerte que fue a la vez maestro de la novela árabe e historiador de las transformaciones sociales y políticas del Egipto contemporáneo. Desde los rincones de El Cairo antiguo, con sus clases medias y ambientes populares, recreó un mundo que le dispensó de viajar por el mundo… un mundo poblado de todas las preguntas vitales sobre lo cotidiano o la existencia, y demostró que la universalidad de la literatura comienza en lo local, en un barrio cualquiera, y que el concepto de literatura universal no se limita al centro, sino que es el producto de lo que el hombre escribe y ha escrito en todo tiempo y lugar.

De su literatura, me impresiona su percepción del absurdo de la historia, cómo sabe ver las trampas que la historia y el destino tienden a los seres humanos. Y también me llama poderosamente la atención la lengua de la narración, despojada de la retórica de la poeticidad que ha embaucado a algunos novelistas, que pretenden ser poetas escribiendo novelas. Me fascina la manera que tiene de servirse de su talento, sabedor de que la genialidad sólo se materializa tras someterla a un laborioso trabajo de hormiga. Siempre fue muy escrupuloso en todo, especialmente en lo tocante a las relaciones entre escritura e inspiración, como si creyese que, de existir ésta última, el escritor tiene que saber atraparla tanto como ella susurrarle.

Muchos se preguntan: ¿Cómo un minucioso funcionario como Naguib Mahfuz ha podido ser a la vez el gran creador Naguib Mahfuz? La respuesta quizá se halle en su respeto de los tiempos: uno para el trabajo administrativo, otro para bromear, divertirse y trasnochar, otro para el café, otro para los harafix,* otro sagrado para la escritura.

Le conocí en 1971, cuando Muhámmad Husáin Háikal me hizo el honor de ponerme con él y con Yúsuf Idrís en el mismo despacho de al-Ahram.** Descubrí que era una persona amable y de carácter apacible, a la que le gustaban mucho las bromas y los chistes. Pero era un amigo inquebrantable del reloj: siempre que le preguntaba si le apetecía tomar un café, antes de responder sí o no, miraba el reloj para saber si ya era la hora del café.

Cada vez que he ido a El Cairo he procurado peregrinar a verle, sentado en un café o en una barca junto al Nilo, así que a mi próxima visita le faltará algo: no veré a Naguib Mahfuz riéndose de todo corazón mientras va dando abrazos a sus muchos adeptos.

Si no se puede hablar de novela árabe moderna antes de Mahfuz, gracias al papel decisivo que él ha jugado sentando sus bases, desarrollándola y extendiendo sus límites, sí se puede hablar de la novela árabe postmahfuzí. Y entre ese antes y ese después, Mahfuz permanecerá como faro y maestro.

* Historietas de raigambre popular, de tono picaresco.
** Principal periódico egipcio y decano de la prensa árabe, fundado en 1876. Muhámmad Husáin Háikal (n. 1923) ha sido uno de los grandes intelectuales egipcios del siglo XX, y fue director de al-Ahram de 1957 a 1974; Yúsuf Idrís (1927-1991) está considerado un maestro del relato breve y del teatro en lengua árabe.


Al-Ayyam, 5 de septiembre de 2006

Traducción de Luz Gómez García

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