30/11/11

Cartel de Thomas Kruse (1983)


© Poster Project, Center for Palestine Studies, Middle East Institute, Columbia University

25/10/11

Se acaba el tiempo de los dos Estados, por Luz Gómez García

El tiempo de los dos Estados se está acabando: los palestinos se han hecho con su historia. No había sido así hasta ahora: la historia los arrastraba. Desde 1948, desde la Nakba, concepto que curiosamente sólo ahora se ha naturalizado en el vocabulario político de Occidente, la historia devoraba a los palestinos. La solicitud por parte del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, del reconocimiento de Palestina como Estado miembro de pleno derecho de Naciones Unidas representa el fin de la lógica perversa que reducía a los palestinos a objeto, no sujetos, de su historia. Esta emancipación historial ha sido un proceso largo, en el que han intervenido todas las instancias de la resistencia palestina, y que Abbas ha sabido ahora, en el único gran paso de su carrera, cristalizar.

La recuperación por los palestinos de su historia significa el fin del proceso de paz tal como lo conocíamos. La trascendencia de la iniciativa onusiana de Abbas se explica a dos niveles: el internacional, en el que Palestina ha acorralado, en términos de opinión, al bloque EEUU-Israel con su regreso al multilateralismo; y el nacional, en el que ha respondido a la necesidad de detener una probable primavera palestina, que no sería otra cosa que la Tercera Intifada, pues en primaveras y levantamientos los palestinos son líderes y precursores.

El tiempo que ahora se acaba es la etapa última de una historia dictada por Israel en tres grandes fases que no son estancas, que se superponen y entremezclan: la Nakba de 1948, la Ocupación entendida como proceso militar y político que comienza en 1967, y las negociaciones de paz iniciadas en 1991 y concebidas en términos de solución de dos Estados. Han pasado más de veinte años y los avances en la construcción estatal no sólo no han traído el tan ansiado Estado palestino, sino que han propiciado sobre el terreno una administración indígena de la Ocupación: en Cisjordania se llama Autoridad Nacional Palestina; en Gaza, Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás). El macabro juego del proceso de paz ha llegado tan lejos que ya es indistinguible de la Ocupación misma. Tal es la percepción de la calle y de los observadores en Ramala, Nablus o Gaza, y a ello se enfrenta una élite palestina embarrancada por sus tratos con Israel y cuestionada por las nuevas generaciones post-Oslo. Es más que posible que Fatah siga negociando, pero otras instancias harán germinar la semilla del empoderamiento palestino.

Este nuevo tiempo de la determinación palestina no va a durar otros veinte años. Será un tiempo doloroso, llamado a la puesta en común de la tierra. El ex primer ministro israelí Ehud Olmert no dejaba de verlo claro en un reciente y por lo demás protocolario artículo en The New York Times (22/9/11): el fracaso de los actuales negociadores aupará a una nueva generación de líderes que, posiblemente, abandone la solución de los dos Estados. De momento, la solución de un Estado de todos sus ciudadanos, palestinos e israelíes, en los límites globales de la Palestina histórica suena a ingeniería ideológica, pero es una idea con la que ya vienen conviviendo, aunque sea conflictivamente, las clases políticas de las dos comunidades. Los sectores palestinos menos pactistas empiezan a verla como una salida a la nada que dura ya tantos años; los dirigentes israelíes ven en ella un mundo que aún no pueden comprender.

El futuro inmediato ha de traer una renovación de los discursos. No es lo mismo un discurso de paz que un discurso de proceso de paz. Hay que avanzar hacia discursos de paz. El discurso de proceso de paz es un acto institucional. El discurso de paz es una verdad disponible, a la que basta con sumarse, bien es cierto que asumiendo por ello un precio. El único discurso de paz a largo plazo es el de compartir la tierra y la historia: compartir Haifa, el Holocausto, la Nakba, Jerusalén, Gaza. Lo que ha habido en los últimos años es, sola y exclusivamente, discurso de proceso de paz. Hasta que no surja un discurso de paz en el que intervengan sectores sociales al margen de los negociadores no habrá posibilidades verdaderas de paz. Tiene que ser el ascenso de la calle. En este sentido, la resistencia civil a la Ocupación y la campaña internacional de boicot económico, cultural, académico y deportivo a Israel (BDS) son el potencial palestino; tanto es así que el término apartheid, definitorio de este sector, se ha incorporado al vocabulario de los foros internacionales, ya no es tabú usarlo para referirse a la situación de los palestinos en su tierra. Por su parte, el potencial israelí son sus indignados: ¿podrán transformarse en un movimiento de conciencia política? Con que la mitad de los que han salido a la calle por la vivienda lo hagan reclamando el fin de la Ocupación, la Ocupación se acaba y la paz es la realidad más factible de todas. Es en la calle donde está la paz. Sólo hay que salir a buscarla.

30/9/11

El verso esencial

Lo que le falta al poema, y no sabemos qué es, es su secreto más radiante. A eso, a lo que le falta, le llamamos «el verso esencial».

Cuando el poema, antes de escribirse, está claro en la mente del poeta del primer al último verso, el poeta se convierte en cartero, y la imaginación en bicicleta.

El camino al significado, por largo y laberíntico que sea, es el viaje del poeta. Si se extravía en las sombras, se orienta de nuevo.

¿Qué es el significado? No lo sé. Pero atisbo su contrario: conformarse con la nada.

El dolor no es un don, es una prueba: o te vence o lo vences.

La poesía bella... es un acto de resistencia.

Acervo vivo es el que se escribe hoy... y mañana.

Un gran poeta es el que me hace pequeño cuando escribo... y grande cuando lo leo.

Camino entre Homero, al-Mutanabbi, Shakespeare... y me tropiezo como un camarero novato en una recepción real.

La nube en la imaginación del poeta... es una idea.

La poesía... ¿qué es? Aquello que, una vez leído o escuchado, nos hace exclamar: ¡Esto es poesía! Sin necesidad de pruebas.

Mahmud Darwix: La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)

Traducción de Luz Gómez García

7/8/11

Seis meses para cambiar el mundo, por Luz Gómez García

O al menos nuestro mundo: el mediterráneo. O arriesgando en la terminología, el euroárabe: por la geografía, por los flujos migratorios, por el sustrato cultural. Seis meses de revueltas árabes que no han sido monolíticos. Han fluctuado el alcance de los cambios, la implicación popular, la localización y el fervor mediático. Pero tal y como los árabes mismos proclaman sin cesar, ya nada será igual: ni en el mundo árabe ni en Occidente. Y en Occidente la gran sorpresa ha sido España. El 15-M, en el que los árabes quiere ver, orgullosos, una réplica de Túnez y Tahrir, no busca acabar con ningún tirano, pero sí con algunas tiranías: la de los mercados financieros, la de los partidos sin democracia, la omnipresente del productivismo patriarcal. Por ello, y pese a lo que diferencia a ambos procesos, lo ocurrido en el mundo árabe y en España dibuja un nuevo paradigma, perfectamente alcanzable. Sólo hace falta una cosa, la más difícil de todas: querer cambiar las cosas.

Enero-febrero. Con la caída de Ben Ali, se puso de manifiesto la capacidad de la sociedad tunecina para gestionar un espacio público propio y reinventarse a sí misma. En menos de cuatro semanas, la suerte del mundo árabe estaba echada. Aunque la fuerza simbólica de las plazas mayores (Tahrir o La Perla) acaparó las miradas, en las revueltas árabes la ramificación callejera ha sido fundamental: las pequeñas ciudades y la periferia fueron las que encendieron la llama en Túnez y la hicieron imparable en Egipto, donde hace cuatro mil años se inventó el centralismo administrativo. Nada más contrario a las pirámides que las redes, la nueva expresión de la revolución. Sin centro y sin márgenes, las identidades se difuminan, reducen su pugnacidad, y la tríada maldita de la sociedad árabe (clase, sexo, religión) recula en el nuevo espacio público.

Como se vio en Egipto, la revolución no es un mero horizonte, es una estrategia realista, hasta triunfante. Puede con Mubarak, con la embajada estadounidense y con los Hermanos Musulmanes. Cuando la hermandad fundada por Hasan al-Banna en 1928 se decide a salir a la calle, ya no hay hueco para sus recetas reformistas y su umma de cortar y pegar, retrógrada en lo social y componendista en lo político. Esta vez es el pueblo, no la umma, el arquitecto del futuro.

Marzo. Por fin un respiro, piensa la vieja realpolitik occidental: la primavera árabe se atasca en Libia. Sí y no. Con Libia hemos llegado a la creación de un problema complejo, útil para cuestionar silenciosamente el despertar árabe: el sueño puede acabar en guerra civil, por lo tanto tal vez no es del todo bueno. Sin la intervención militar occidental, Bengasi habría sido arrasada por Gadafi. Pero como la intervención ha sido oscura y poco eficiente para garantizar el triunfo total de los rebeldes, la causa rebelde queda enturbiada y sometida al discurso habitual, previo: el de las potencias mundiales que se posicionan a favor o en contra de un tirano. Los rebeldes quedan reducidos a un papel secundario, molesto. ¿Deberían haberlo hecho?

Parece que los árabes sólo deban hacerlo cuando dominen maravillosamente lo icónico, como en Tahrir, haciéndose con una plaza y con el apoyo de Al-Yazira. Pero el mundo árabe sigue sus procesos, como los seguía cuando estaba inmerso en el islamismo. La gente ha abierto la puerta y está decidida. La prueba es Siria: aunque el mundo haga poco o nada, los sirios siguen en pie contra el tirano.

Avanzan las revueltas y se impone la sensación de que el cambio árabe es demasiado fatigoso para un Occidente políticamente exhausto, que no ha podido explicar a sus ciudadanos por qué sus élites financieras, para las que se nos pidió confianza, han robado impunemente a los ciudadanos: un Obama moralmente preso de Guantánamo y asfixiado en casa; un Sarkozy que es una parodia de De Gaulle y de Le Pen al mismo tiempo; un Cameron y una Merkel tan poco europeístas que ni se entienden entre ellos; y un Zapatero que ha fallado a los jóvenes a los que prometió no fallar. ¿Quiénes levantan la cabeza airosos en el último decenio? Erdogan, Lula, los periféricos, los que de entrada asumieron su desconfianza en el sistema.

Abril. Fatah y Hamas cierran filas, en vano. Si el mundo árabe se levanta, Palestina se levantará: contra sus gobernantes y contra la Ocupación. El millón y medio de habitantes de Gaza y los dos y medio de Cisjordania podrían marchar hacia Israel, cada día la posibilidad se acerca más y se llama septiembre. Los palestinos harán su revolución una vez más: por ellos y por el mundo árabe. ¿Será con éxito? Será para fracasar mejor, como decía Beckett. Israel e Irán, los grandes enemigos del mundo árabe, habrán de recomponerse los ropajes. ¿Una Siria libre? Terror para ambos. ¿Una Palestina libre? Terror para ambos. ¿Un Egipto libre? Terror para ambos. ¿Una Arabia Saudí libre? Terror para ambos. La libertad del mundo árabe es el terror de Irán e Israel. ¿Y qué será de la hegemonía americana en la región si se hunde el viejo paradigma maniqueo que enfrenta a Irán (el demonio, lo distinto) con Israel (el hermano, el semejante)?

Mayo-junio. Mucho se ha hablado de las posibles semejanzas entre las revueltas árabes y el 15-M español. Que en el plano icónico las hay, es evidente. Y lo icónico importa. Pero lo cierto es que más allá del cultivo de la horizontalidad y de la cultura de la red en Túnez-Tahrir y Sol, las semejanzas no son muchas: en el mundo árabe se llora por una democracia no muy desemejante a la de aquí, mientras que aquí se la juzga caduca. Aquí lo que en el fondo se reclama es un nuevo pacto social. La democracia española que reposa sobre los Pactos de la Moncloa ha llegado a su fin, si es que no lo había hecho hace tiempo. A muchos efectos la Transición sólo ha acabado de acabar ahora, con la contestación del 15-M, que supone la aparición de nuevos actores políticos, marginales de momento, pero nuevos, apartidistas aunque no apartidarios.

Hay que refundar la esfera pública española. Nuestra Constitución, la relación del Estado con la Iglesia y hasta el modelo de Estado, posiblemente no nos sirven ya. Pero lo importante, lo que indica un cambio de paradigma a una escala mayor, es que la sensación es semejante en otros países sin nuestras condiciones intrínsecas. Hay una crítica a la democracia formal europea como modelo de resultados seudodemocráticos.

Es cierto que la mayoría de la población acepta las condiciones de su relación con esta democracia que no tiene otro rostro que el del capitalismo liberal. Pero eso no invalida la crítica regeneradora, la solicitud de un cambio radical en el sistema de las mediaciones, en el que mediador y poder han quedado asimilados en el sentir de sectores sociales que han decidido reprobarlos.

Coda. Cualquier cambio político de alcance no sólo tiene todas las de perder, sino que es azaroso, titubeante. Sin embargo a las revueltas árabes o al 15-M se les exige acierto a la primera, perfección y otras cualidades poco frecuentes cuando se hace historia. En ambos acontecimientos, tomados por separado y conjuntamente, lo que importa es su fe en la perfectibilidad política: en el mundo árabe, estamos ante un rugido en favor de la democracia; en el 15-M, ante una propuesta regeneradora y transformadora, que le pide realidad a la democracia, porque al ciudadano le sobra realidad y le falta democracia, esto es, poder político. Pero el estado de cosas ¡desea ver caer al 15-M! Digámoslo todo: y a las revoluciones árabes, que no se pueden juntar con el movimiento español, pero que han coincidido en un tiempo único, cargado de futuro.

31/7/11

Una sola palabra

El susurro de la palabra en lo invisible es la música del significado, que se renueva en cada poema: quien lo lee, de tan secreto como es, cree haberlo escrito.

Una sola palabra, una única palabra, que brilla como un diamante o una luciérnaga en la noche de las especies, es lo que hace de la prosa poesía.

Una palabra corriente dicha atolondradamente en una esquina o en el mercado, es la que hace posible el poema.

Una frase desangelada, sin metro ni ritmo, puede, si un buen poeta le busca acomodo, ayudarle a fijar el ritmo, y le alumbra el camino del significado en la noche cerrada de las palabras.

Mahmud Darwix: La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)

Traducción de Luz Gómez García

26/6/11

Wole Soyinka: Mahmud Darwix en Ramala

Se hizo el silencio. Mahmud Darwix empezó a leer. No sabíamos ni una palabra de árabe, pero oímos su voz alzarse y sumergirse para tañer las cuerdas del alma palestina. Fue una noche mágica en Ramala. Y el mago, Mahmud Darwix, lanzó su conjuro como se ha hecho durante siglos, siendo, sencillamente, ese elusivo arquetipo, tan envidiado y temido por el poder: un poeta a gusto entre su pueblo porque ambos están en sintonía.

Traducción de Fruela Fernández

20/5/11

La víctima troyana

La lotofagia no te ha trastornado con el dulce sabor del olvido. Ellos salieron indemnes de su mitología, mientras que tú y los tuyos, sin mayores pertrechos, os adentrabais en el desierto. Conoces muy bien lo que has dejado atrás: un pasado del que no queda registro en las epopeyas, a unos nuevos troyanos de los que sólo se cuenta lo que dicen sus enemigos. Pero ellos no raptaron a Helena ni causaron la guerra. Eran buena gente que vivía en paz, sin más pecado que el de haber nacido en unas laderas que, al parecer, eran peldaños hacia Dios. Eran valientes que carecían de espadas, generosos sin ostentación, que se vinieron abajo ante los tanques y se desperdigaron en todas direcciones, sin perder la fe en que la herida de la historia se cura.

Y tú ¿quién eres en esta historia? ¿Un poeta troyano que se salvó de la matanza para contar lo ocurrido? ¿O una mezcla de troyano y griego que se extravió en el camino de vuelta? La fascinación por la mitología decanta tu elección de las metáforas... Coge aquello que sirva para que la epopeya tenga otro final, en el que quepa la voz perdida de la víctima troyana. Coge aquello que sirva para que la victoria de los griegos no fuerce a los jóvenes a embarcarse en batallas en las que envejezcan con la dualidad casa/camino.

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García

10/5/11

Con su ausencia formé su imagen

Con su ausencia formé su imagen: en lo terrenal nace
lo celestial oculto. Aquí estoy, midiendo
con las muallaqas de los yahilíes la distancia... y la ausencia es
la medida, la medida. Para cada rima he levantado
una jaima. Para cada cosa expuesta al viento
una rima. La ausencia me enseña su lección: «De no haber sido
por el espejismo, no habrías resistido...» En el vacío,
extraje una letra de antiguos alfabetos
y me apoyé en la ausencia. ¿Quién soy después
de la visita? ¿Un pájaro o un transeúnte entre símbolos
y vendedores de recuerdos? Como un resto arqueológico,
como un espectro infiltrado de Jebús, me dije:
Vayamos a las siete colinas. Dejé
mi máscara sobre una piedra y eché a andar como caminan
los soñadores, guiado por mi sueño. Salté de una luna
a otra. Aquí hay inconsciente de sobra
para que los objetos se liberen de su historia. Hay
historia de sobra para que el inconsciente se libere
de su mirach. «Llévame a nuestros años
primeros» —me dijo mi primera novia—. «Deja
la ventana abierta para que el gorrión entre
en tu sueño...» Me despierto y no hay ciudad
en la ciudad. No hay «aquí» sino «allí». No hay
allí salvo aquí. De no haber sido por el espejismo
no habría ido a las siete colinas...
¡De no haber sido por el espejismo!

Mahmud Darwix: No te excuses (La ta'tadiru 'an ma fa'alta), Beirut, Riad El-Rayyes, 2004

Traducción de Luz Gómez García

Leído en Como dijo el poeta por Wole Soyinka.
Y en memoria de la Nakba, que se conmemora el próximo domingo, 15 de mayo. Año 63 de la Desposesión.

17/4/11

Siete claves para el despertar árabe, por Luz Gómez García

¿Despertar? Al final ha resultado que los árabes no estaban tan dormidos. ¡Claro que no! Hasta el islamismo de las últimas décadas ha sido una manifestación de que los árabes estaban inmersos en una angustiosa búsqueda de superación de las tiranías poscoloniales. Como ya dejó escrito Samir Kassir (De la desgracia de ser árabe), ensayista libanés asesinado por sicarios en 2005, la crisis árabe no era endémica, la depresión era perfectamente superable, pues los árabes habían participado de los episodios mayores de la modernidad y su desgracia se debía más a la geografía que a la historia.

¿Dormidos? Los árabes comenzaron el siglo XXI con una segunda Intifada en Palestina y una movilización masiva contra la invasión de Irak y la aquiescencia de sus regímenes; protagonizaron luchas de carácter socioeconómico (alzamientos bereberes en Argelia, huelgas del textil en Egipto, revueltas mineras en Túnez); negaron toda legitimidad a las soluciones yihadistas (Occidente contribuyó: no había mejor revulsivo que el binladismo con que se quiso empaquetar a todo musulmán); y se reinventaron la participación ciudadana a base de espacios públicos no patrimonialistas, con asociaciones cívicas y ONG a la cabeza.

1. Zapatos contra dictadores. Una de las imágenes más repetidas de las revueltas árabes ha sido la de la muchedumbre increpando zapato en mano al tirano. Al lego en los usos árabes le parecerá una pintoresca manera de protestar. Pero nada hay tan vejatorio para el inconsciente colectivo árabe como la suela del zapato, que simplemente mostrada a otra persona equivale al insulto más grave. La suela del zapato es lo contaminado, lo inhumano. Mostrársela al gobernante es el acto mismo de pisotearle. Levantarlo en la mano es alzar una antorcha de libertad. Recordemos el zapato que voló hacia Bush. El zapato es la calle, que ha despertado en Túnez y Tahrir no solo para los árabes sino para el mundo entero. Estos últimos meses han hecho justas las palabras que Blanchot escribió en 1968: "La calle es el lugar donde toda libertad es posible".

2. La revolución siempre es joven. Sí, pero ¿por qué ahora? Hace dos décadas que el porcentaje de población árabe menor de 25 años supera el 50%. La novedad es su nivel de educación y su integración en la sociedad de la información. La novedad es que son jóvenes que se saben jóvenes y quieren serlo: emanciparse, viajar, consumir. La alquimia de los números ayuda a comprender por qué ahora: en 2002, el uso de Internet por los árabes apenas rozaba el 0,5% del total mundial (constituyendo los árabes el 5% de la población), pero en 2009 el Arab Knowledge Report de Naciones Unidas constataba una fuerte subida hasta el 4,5%. Excluidos de los medios de participación y de producción tradicionales, que no han sabido encauzar su frustración, los jóvenes, provistos de ordenador y móvil, han hallado el medio y formulado el mensaje.

3. Árabes en red. Una red es una forma, un síntoma, no una causa: es horizontal, multidireccional, no tiene centro. Las revueltas árabes se han servido de las redes (de las del mundo virtual, sí, pero también de otras más tradicionales, operativas en las sociedades árabes: la familia, el gremio, el vecindario) como un modo de comunicación que a su vez vehicula un modo de organización. Pero una vez logrado el vuelco, lo que está en juego es el futuro de las formas en red como mensaje mismo, algo que no debería pasarse por alto. Las redes propician una participación distinta de la dinámica electoral ordinaria, una libertad de expresión que supera los medios de comunicación unidireccionales y una responsabilidad individual que no se siente representada por la división de poderes. El experimento está en marcha, pero no es privativo del mundo árabe. Al contrario: entronca con las demandas de recomposición del paradigma democrático que desde Seattle y Génova han marcado lo que llevamos de siglo.

4. La tele de las masas, las masas en la tele. Quizá de todos los factores implicados en la preparación del cambio árabe, la cadena catarí de televisión Al Yazira ha sido el más decisivo y uno de los menos recordados ahora. Durante años, Al Yazira ha estado dando cuerpo a dos realidades: la de que los árabes tienen voz y su voz es su dignidad, y la idea de pueblo árabe sufriente que se rebela. No ha de olvidarse que para Al Yazira el eje motor del mundo árabe es la causa palestina, a la que luego vino a sumarse Irak. El que no haya visto asiduamente esta cadena ignora hasta qué punto el árabe de a pie tiene la palabra en ella y su palabra y la de los corresponsales son la esencia misma de la cadena. La gente de Tahrir, por mucho que use Internet, no se informa mediante The New York Times o Le Monde, sino por medio de Al Yazira (no Al Jazeera, que se emite en inglés para la diáspora, y que tiene una línea editorial ligeramente diferente).

5. Se llama Palestina y les importa a los árabes. Los israelíes lo saben bien. Y saben del hondón insalvable que lo palestino abre entre el pueblo (al-chaab, la palabra más repetida en todos los eslóganes de las revueltas, el mantra que puede cambiar el mundo árabe) y los dirigentes árabes, sumisos en uno u otro grado a los intereses de Israel. También el régimen iraní sabe de ello, y trata de jugar sus bazas para que el curso de los acontecimientos no le arrincone como protagonista del conflicto árabe-israelí. Ni a Israel ni a Irán les interesa el cambio árabe. Cuando algo puede cambiar en Palestina, llega un cohete Katiusha y todo vuelve a su sitio: los palestinos, a su futuro imposible; Irán e Israel, a su presente eterno; los árabes, a su pasado irredento. Mientras los árabes no sean dueños de su destino, Palestina no lo será del suyo, y viceversa. Es una ecuación demasiadas veces demostrada.

6. El peligro de la inteligencia militar. La sombra de la inteligencia militar (estadounidense o local) planea sobre el futuro árabe. Las transiciones tuteladas por el Ejército corren varios riesgos. El primero, el de los compañeros de viaje: el recurso interesado al islam político como combinación ideal de estabilidad y cambio. Al fin y al cabo, las formaciones islamistas son las mejor organizadas y, en muchos casos, la única oposición operativa. El segundo, el del populismo: las fuerzas armadas como garantes de la voluntad popular propenden a creerse la voz del pueblo. El tercero, claro, el de la perpetuación: generaciones de "oficiales libres" se han sucedido en el poder tras golpes que cambiaron lampedusianamente todo un país (Egipto, Irak, Yemen, Libia, Siria) para que nada cambiara.

7. Al rescate del Mediterráneo. Los levantamientos en curso han zarandeado dos siglos de historia árabe a remolque de Europa. Es más, le han recordado a Europa el potencial de las ciudadanías cuando ejercen su fuerza desde la base. La demanda de pluralismo y libertad de las clases medias árabes sintoniza con la reivindicación de una equidad socioeconómica y una ética distributiva por parte de las clases más desfavorecidas. Esta convergencia, aún incipiente, fluctuante y en peligro, debería despertar a las sociedades de todo el Mediterráneo, embarcadas en un neoliberalismo depauperante y un creciente déficit democrático. Es una oportunidad para repensar de un modo diferente un futuro común.

Pero el despertar aún es tibio, es un frágil comienzo. En cualquier caso, obliga a un cambio de paradigma tanto a los árabes como al llamado Occidente. Los árabes habrán de aparcar el paradigma del orientalismo defensivo ("Vosotros me menoscabáis") y cambiarlo por una actitud protagonista y positiva. Y Occidente habrá de olvidarse del orientalismo ofensivo, el prístino ("Vosotros sois inferiores"), y de supeditar el mundo árabe a sus intereses económicos y securitarios.

10/4/11

El exilio no es un viaje de ida y vuelta

El exilio no es un viaje de ida y vuelta, ni residir en la nostalgia. Quizá sea una visita, esperar a ver qué hace el tiempo con uno, salir de uno mismo hacia los demás para conocerse y congeniar o para que lo propio se encierre en su caparazón. Cada exilio tiene su carácter, cada exiliado sus características. El exilio es un ejercicio de reflexión sobre lo que no tienes, estupor por no tenerlo. El exilio educa el cuerpo, te fascina la belleza de la forma, aunque el significado sea parcial, pues plenitud es la conciencia de que falta algo. Estatuas que glorifican el pasado, estatuas que aspiran a dar el salto del sentimiento de identidad a la identidad del sentimiento, estatuas que liberan al mañana de tener que ser bello y a la naturaleza del férreo sistema de la imaginación. Nada supera a la belleza. Pero tú, que en el fondo eres un campesino, estás de parte de los árboles que se reflejan en el río, de las palomas aeroterrestres, y te demoras largo rato junto a un lirio que crece, solitario, fuera de la maceta... no porque sea, como tú, una especie rara, sino porque se apoya en sí mismo para crecer desvalido. El exilio es el viaje del poeta en el poema, un viaje dentro del viaje, pero el lenguaje metafórico siempre vuelve la vista atrás.

Y mirar hacia atrás, como es sabido, es uno de los atributos del exilio /

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García

30/3/11

Elias Khoury lee el poema de Mahmud Darwix “Sobre esta tierra”

Hoy, 30 de marzo, se celebra el Día de la Tierra Palestina. Sirva de homenaje este vídeo en el que el novelista libanés Elias Khoury lee “Sobre esta tierra”, uno de los poemas más emblemáticos de Darwix. Lo hizo en el programa “L’hora del lector”, de Canal 33, dirigido y presentado por Emili Manzano.

SOBRE ESTA TIERRA

Sobre esta tierra hay por qué vivir: los titubeos de abril, el olor del pan al amanecer, el amuleto que una mujer le da a un hombre, las obras de Esquilo, los comienzos del amor, la hierba sobre una piedra, madres en vilo por el hilo de una flauta, y el miedo de los invasores a los recuerdos.

Sobre esta tierra hay por qué vivir: los últimos días de septiembre, una mujer que sale de los cuarenta como melocotón maduro, la hora del sol en la cárcel, nubes que semejan un tropel de criaturas, los vítores de un pueblo a quienes encaran risueños la muerte, y el miedo de los tiranos a las canciones.

Sobre esta tierra hay por qué vivir: sobre esta tierra señora de la tierra, madre de los inicios y madre de los finales. Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina. Mi señora: yo tengo, porque tú eres mi señora, tengo por qué vivir.

Mahmud Darwix: Poesía escogida (1966-2005), Edición y traducción de Luz Gómez García, Valencia, Pre-Textos, 2008

20/3/11

La imposibilidad, por Gunnar Ekelöf

¿Qué te habías creído? ¿Que valías? ¡Ja!
¿Y qué vida me espera?
Ninguna.
¿Y qué existencia?
Ninguna existencia.
¡No entiendo!
Déjate de preguntas. Todos hemos de morir.
¡Menuda ayuda!
Poca cosa, ¿verdad?
¿Y qué, lo mando todo a paseo?
Viene a ser.
¿De veras?
Tranquilo, es una forma de hablar.
Ya, pero es duro.
Sí, es duro.

Versión de Jorge Gimeno a partir de Francisco J. Úriz y de Octavio Paz

11/3/11

Lo que queda de vida

Si me dijeran: Esta tarde será tu última tarde,
¿qué vas a hacer el tiempo que te queda?
―Miraré el reloj,
me beberé un zumo,
morderé una manzana
y me eternizaré mirando a una hormiga
que ha encontrado sustento...
Miraré de nuevo el reloj:
Me da tiempo a afeitarme
y a meterme en la bañera / Murmuraré:
«Para escribir, hay que estar presentable,
algo azul, por ejemplo...»
Me sentaré hasta mediodía, aún vivo:
las palabras carecen de color,
blanco, blanco, blanco...

Me haré la comida por última vez,
llenaré dos copas de vino,
no sea que venga alguien.
Echaré un sueño entre dos sueños
y me despertarán mis ronquidos...
Miraré de nuevo el reloj:
Me da tiempo a leer algo.
Leeré un poco de Dante y la mitad de una vieja casida,
y veré cómo la vida se va
con los demás, y no me preguntaré quién
va a llenar su vacío.
―¿Eso es?
―Eso es.
―¿Y luego?
―Me peinaré,
tiraré el poema, este poema,
a la papelera,
me pondré la camisa italiana más nueva
y me despediré de mí mismo
con violines de España.
Luego,
me iré andando
al cementerio.

Mahmud Darwix: La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)

Traducción de Luz Gómez García

20/2/11

The Hanuman Sextet: The Notebooks of Mahmoud Darwish




De los notebooks de Mahmud Darwix, La huella de la mariposa. Diario (verano 2006-verano 2007), hemos venido dando aquí numerosos fragmentos; el libro verá la aparición próximamente en la editorial Pre-Textos.

10/2/11

Un águila que vuela bajo

En el poema el viajero le dijo
al viajero en el poema:
—¿Cuánto camino te queda?
—Todo.
—Pues ve, ve
como si hubieras llegado... y no hubieras llegado.
—De no ser por los puntos cardinales,
mi corazón habría sido una abubilla.
—De haber sido una abubilla, yo lo habría seguido.
—¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?
—En mi viaje no tengo nombre.
—¿Volveremos a vernos?
—Sí. En la cima de dos montes, entre un
alto eco y un abismo... nos veremos.
—¿Y cómo franquearemos el abismo
si no somos pájaros?
—Probaremos cantando:
A quien nos ve, no le vemos.
Y a quien vemos, no nos ve.
—¿Y luego?
—Luego ya no cantaremos.
—¿Y luego?
—Luego yo te preguntaré y tú me preguntarás:
¿Cuánto camino te queda?
—Todo.
—¿Y eso le basta al viajero para llegar?
—No. Pero veo que sobre nosotros
vuela bajo... ¡un águila legendaria!

Mahmud Darwix: La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)

Traducción de Luz Gómez García

1/2/11

Las ciudades son un olor

Las ciudades son un olor. Acre huele a yodo y especias. Haifa, a pino y sábanas arrugadas. Moscú, a vodka y hielo. El Cairo, a mango y jengibre. Beirut, a sol, mar, cigarrillos y limón. París, a pan recién hecho, queso y cosméticos. Damasco, a jazmín y frutos secos. Túnez, a nardos y sal. Rabat, a alheña, incienso y miel. Una ciudad sin olor no cuenta a la hora de los recuerdos. Los exilios comparten un olor, el de la nostalgia de lo que se fue... un olor que recuerda a otro. Un olor que corta la respiración, tan profundo que te lleva, como un mapa turístico muy gastado, al olor del lugar primero. El olor es un recuerdo y una puesta de sol. Aquí el atardecer es un reproche que la belleza le hace al forastero.

Amar el ocaso no es, como es sabido, uno de los atributos del exilio /

Mahmud Darwix:
En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García

11/1/11

Viajar, irse, partir, marcharse...

Volver... ¿adónde? Te preguntas mientras cuelgas cuadros en las paredes de tu nueva dirección. Ir... ¿adónde? Lo que tienes por delante es provisional. Lo que queda detrás, transido de provisionalidad, está disperso. La eternidad que sube con la luz desde el jardín estalla en una carcajada. Le tomas el pelo diciéndole: También tú eres una exiliada. Y te preguntas: ¿Cuántas puntas has clavado en las paredes de cuántas casas? ¿Cuántos cuadros has colgado, cuántas camas has abandonado para que duerman otros, cuántos borradores y primeros versos has olvidado en cuántos cajones, cuántas fotos de mujeres has perdido entre las páginas de libros que no has leído? ¿Cuántas veces te has preguntado: Cuántas veces me he ido de viaje, he partido, me he marchado? Y todo sin haber tenido nunca clara la diferencia entre viajar, irse, partir o marcharse, a tal punto es poderosa la quimera de los sinónimos y es propensa la metáfora a transformarse de «mi patria no es una maleta» en «mi patria es una maleta».

Mahmud Darwix:
En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García

1/1/11

Una nube de colores

Este poema de La huella de la mariposa apareció recientemente en la revista Letras libres, en el nº 143 de la edición mexicana (noviembre 2010) y en el nº 111 de la edición española (diciembre 2010).