13/6/10

Gaza, ciudad del valor y de la miseria

En la oscuridad, entramos, o nos infiltramos, en Gaza. Te dejé caminar delante de mí, y me hice cargo de tu imaginación. Eres incapaz de evitar que sucumba ante la cruda realidad. Veo cómo escondes la cara a las cámaras que se afanan en captar la euforia del que vuelve, en fotografiar las palabras preparadas para denostar el exilio. Dices: Aquí estoy aunque no he llegado, he venido aunque no he vuelto. No mientes a nadie, ni a ti mismo, la ocasión no es para andarse con celebraciones. Gaza aún no se ha repuesto. La destrucción de la Ocupación ha llegado a sus entrañas. Si no sueñas que hay algo más allá, en tu lengua el mar se quedará sin pescadores. En semejante noche, descuartizada por los puestos de control, las colonias y las torretas de vigilancia, el hombre precisa de una geografía nueva para saber dónde está la frontera entre un paso y el siguiente, entre lo prohibido y lo permitido, tan difícil como distinguir lo claro y lo oscuro en los Acuerdos de Oslo.

Te duermes al final de la noche, con la ayuda de un tranquilizante. Cuando te despiertas, necesitas cierto tiempo para convencerte de que estás en Gaza, a la que rápidamente has apodado «la ciudad del valor y de la miseria». En medio de una tórrida mañana, vas, con amigos que han vuelto, a visitar los campamentos de refugiados. Camináis con dificultad por las callejuelas, y te avergüenzas de la mera ida del agua y la limpieza. No crees, nunca lo has creído, que las bolsas de miseria justifiquen la insistencia en el derecho al retorno. Pero recuerdas lo que más te valdría olvidar: la mala conciencia del mundo. Respiras las teorías del progreso y el avance de la historia, que quizá han devuelto a la humanidad a las cavernas. Te privas, por realismo, del suero del optimismo y el entusiasmo, que sustituyes por una pastilla contra la hipertensión. Dices: Si un día pienso otra cosa, echaré mi conciencia a los gatos.

Te preguntas: ¿Qué argucia legal o lingüística puede formular un tratado de paz y buena vecindad entre un palacio y una choza, entre un carcelero y un preso? Y caminas por las callejuelas sintiendo vergüenza de todo: de tu ropa planchada, del esteticismo de la poesía, de la abstracción de la música, de un pasaporte que te brinda la posibilidad de viajar por el mundo. Te duele demasiado estar consciente. Regresas a la Gaza que está más allá de los campamentos y de los refugiados, recelosa de los que han vuelto,* y no sabes en qué Gaza estás. Y dices:

Aquí estoy pero no he llegado.
He venido ¡pero no he vuelto!

* A partir de 1994, con la creación de la Autoridad Palestina en Gaza, buena parte de la cúpula de la OLP se instaló en la Franja, de vuelta del exilio.

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García

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