11/7/08
Edward Said, nuestro espíritu y nuestro embajador ante la conciencia de la humanidad
© Justin McIntosh, 2004
Necrología de Edward Said, publicada por Mahmud Darwix en el diario árabe de Londres al-Hayat (26/09/2003).
No puedo despedir a Edward Said, tan presente está en nosotros y en el mundo, tan vivo está. Nuestro espíritu y nuestro embajador ante la conciencia de la humanidad se cansó, ayer, de luchar largo y duro con la muerte. Pero nunca se cansó de hacer frente al nuevo orden mundial, defendiendo la justicia, el humanismo y el intercambio entre culturas y civilizaciones. Durante doce años ha sido un héroe que ha engañado a la muerte renovando su fértil vida creativa a través de la escritura, de la música y de una férrea voluntad humanista, mediante la búsqueda vital de significante y significado, exigiéndose el máximo como intelectual. Si se le pregunta a un palestino de qué se enorgullece ante el mundo, la respuesta inmediata será: Edward Said, pues la entera historia de la cultura palestina no ha engendrado una personalidad igual a la de Edward, único y múltiple. Desde hoy, y por un plazo que se vislumbra lejano, suyo es el papel de primer explorador que ha llevado el nombre de su país de origen de su curso político corriente a la conciencia intelectual mundial. Palestina lo engendró. Pero él, por su fe en los valores de la justicia para su tierra, por muy inútiles que fueran, y por su defensa del derecho a la vida y la libertad de sus hijos, se ha convertido en uno de los padres simbólicos de la nueva Palestina. Su visión del conflicto en curso en Palestina es una visión intelectual y ética que no se limita a justificar el derecho de los palestinos a hacer frente a la Ocupación, sino que además lo considera una obligación nacional y humanística. Edward era un todo sin fisuras. En él se aunaban el hombre, el crítico, el pensador, el músico y el político, sin que la naturaleza de cada una de estas actividades entrara en colisión y se confundiera con las demás. Una personalidad tan formidable se distinguía por un carisma que le convirtió en un fenómeno mundial sin parangón. Raramente coinciden el intelectual y la estrella, como coinciden en Edward Said el hombre culto, serio, elegante, irascible, dócil, enamorado de la belleza de la vida y la lengua. En esta difícil despedida, en esta despedida inevitable ante el más allá, el mundo coincide con Palestina en un raro instante, sin que en este momento sepamos quién es la familia del difunto: su familia es el mundo. Nuestra pérdida es compartida, nuestras lágrimas una, porque Edward Said, con su conciencia viva y su legado intelectual, ha puesto a Palestina en el corazón del mundo, y al mundo en el corazón de Palestina.
Traducción de Luz Gómez García
CSCAweb, 1/10/2003.
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